Bird (1988), de Clint Eastwood
Y de un falso saxofonista interpretado por uno de real, a uno de real encarnado por un “falso” saxofonista.
Biopic de Charlie “Bird” Parker, encarnado por Forest Whitaker, en una gran interpretación. Eastwood mezcla diferentes momentos de vida de Parker (recurriendo al hermano de Forest, Damon, para el papel del joven Charlie), en un puzle bien trabado y engrasado que hace cortas las más de dos horas y media de metraje. Por supuesto, la droga, una vez más, juega un papel central en la desdichada peripecia vital de Parker, destrozado en su fase final por la muerte de su hija pequeña. Junto a Whitaker, destaca Diane Venora en el papel de su sufrida esposa Chan.
También se nos representa en pantalla a otro mito, el trompetista Dizzy Gillespie (Samuel E. Wright),
o al compañero de cuitas de Charlie durante una gira de su quinteto por el Deep South, el también trompetista, judío por más señas, Red Rodney (Michael Zelniker).
Cocinada a fuego lento, con un espléndido trabajo de fotografía de Jack N. Green (que ha acompañado a Eastwood en buena parte de sus films posteriores), jugando magistralmente con las sombras y la oscuridad, en
Bird Eastwood superó la reválida ante la crítica más exigente, pasando de ser un director de westerns o de films de acción, y la encarnación perfecta de “Dirty” Harry (tan denostado por una parte del público), a ser catalogado como un clásico, un director exquisito. Un gran film, sin duda.