PELÍCULAS QUE NUNCA LLEGUÉ A VER (NI EN CINE, NI EN TELEVISIÓN, NI EN FORMATO DOMÉSTICO (HASTA AHORA)) / PARTE I:
X-MEN (2000, ídem), dirigida por Bryan Singer.
The X-Men, serie de cómics creada por el guionista (y editor) Stan Lee y el dibujante (y co-argumentista) Jack Kirby en 1963, nunca tuvo el mismo éxito de ventas del que disfrutaron sus coetáneas The Fantastic Four (1961, Lee/Kirby) o The Avengers (1963, Lee/Kirby) y de hecho acabó cerrando en su nº 66 (1970) aunque sus viejas historias seguirían reeditándose hasta 1975, fecha de aparición del fundamental Giant-Size X-Men 1, aunando miembros de la vieja Patrulla-X (horrible nombre ideado por la editorial Vértice, me quedo con el de los "X" Men (como los "G" Men del FBI)) con nuevas incorporaciones y que rápidamente se convertiría en el buque insignia de la editorial llegando a cotas de ventas que no se recordaban desde los tiempos de la llamada Edad de Oro de los cómics (me refiero a los años '30 y '40 y sólo a los comic books, no los de prensa que jugaban en las ligas superiores).
La película de Singer, primer eslabón (desligado) de lo que posteriormente se convertiría en el exitoso (al menos en cuanto a rendimientos de taquilla) Marvel Cinematic Universe y que tras la compra de la todopoderosa Disney (qué lejanos los tiempos de BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS (1937)...
) parece abocada a formar parte del mismo, es un producto razonablemente bien orquestado por Bryan Singer (del que sólo conocía la excelente THE USUAL SUSPECTS (1995, SOSPECHOSOS HABITUALES), protagonizado por el hoy (justamente pero no retroactivamente) anatemizado Kevin Spacey) y que auna elementos de la vieja guardia (el profesor X (Patrick Stewart), la Chica Maravillosa (Famke Janssen), Cíclope (James Marsden)) con la sabia nueva aportada por Lobezno (Hugh Jackman), Tormenta (Halle Berry) o Pícara (Anna Paquin) y que les enfrenta, igualmente, a viejos (Magneto (Ian McKellen), Sapo (Ray Park)) y nuevos (Mística (Rebecca Romijn-Stamos), Dientes de Sable (Tyler Mane)) enemigos.
Si bien personajes capitales de los cómics como Cíclope (el líder de la vieja y la nueva Patrulla-X) o Tormenta están pobremente desarrollados (y en el caso de la segunda, encarnado por la bellísima Halle Berry, es especialmente doloroso), los beneficiados serán el carismático Lobezno (magníficamente encarnado por un Hugh Jackman que ya apuntaba maneras de estrella), la joven Pícara (una encantadora Anna Paquin, ya sabéis, la niña de EL PIANO que perdió la voz cuando le dieron el Oscar...
) o el carismático Magneto, un mutante de origen judío y que vió como toda su familia perecía en los hornos de un campo de exterminio y que no permitirá que tal circunstancia se repita ahora con la Caza de Brujas (digo, de Mutantes) encabezada por el trumpiano senador Kelly (Bruce Davidson).
Lo más atractivo del relato, aparte de las consabidas escenas de acción (y que el paso de los años hace parecer un tanto añejas (es lo que tiene la evolución en los efectos especiales por ordenador)), son las relaciones entre los personajes, algo que el guionista Chris Claremont (el hombre que convirtió una colección del montón en el superventas que es hoy todavía) siempre potenció en su larga (larguísima) estancia en la serie.
El sentimiento de protección de Lobezno sobre Pícara (y el amor platónico de esta hacia él); la atracción mútua entre la Chica Maravillosa (una igualmente bellísima Famke Jenssen) y Lobezno; la antigua enemistad/hoy rivalidad entre el profesor X (un siempre sobrio Patrick Stewart) y Magneto (un inconmensurable McKellen); la visión nada complaciente de una sociedad que desprecia (o que teme) lo que no conoce (o sea, la nueva especie Homo superior (los mutantes))...
Por fin, Marvel consiguió llevar a la pantalla la esencia (todo lo depurada que se quiera) de los cómics y logró un enorme éxito de taquilla que le permitiría abrir nuevos frentes (el SPIDER-MAN (2002, ídem) de Sam Raimi estaba a la vuelta de la esquina)...
Y hablando de Sam Raimi...
THE EVIL DEAD (1981, POSESIÓN INFERNAL), escrita y dirigida por Sam Raimi.
POSESIÓN INFERNAL puede entenderse de dos formas depende del humor con el que nos hayamos levantado o de si hemos dormido bien la noche anterior.
Independientemente de los comentarios de gente mucho más entendida que yo (y que he intentado obviar en todo los posible) la película puede considerarse:
a) Una tomadura de pelo de marca mayor
b) Una inteligente reinterpretación del género de terror de la época (recordemos que estaban recientes todavía en las retinas de los espectadores películas hoy tan míticas como EL EXORCISTA (que el compañero Synch diseccionó tan acertadamente hace pocos días), LA MATANZA DE TEXAS o LA NOCHE DE HALLOWEEN) creando un artefacto que es, a la vez, un sangrienta película de terror y una comedia socarrona que deriva en un auténtico dibujo animado donde todo es llevado al extremo más extremo (valga la redundancia).
Si descartamos la primera opción (aunque durante buena parte del (breve) metraje de la cinta la idea rondó repetidas veces por mi inocente mente y no acabo de descartarla del todo (después de todo, la película está espantosamente mal rodada (no sólo porque se hiciera en 16mm (hinchada a 35mm para su exhibición comercial) sino porque todos los actores (incluído el actor fetiche del director, Bruce Campbell) están horriblemente mal; la trama hace aguas por todos los recovecos; los decorados son patéticos; los maquillajes absolutamente demenciales; el uso (y abuso) de la cámara subjetiva es cansino) nos queda una comedia de terror (aunque no en la línea de la maravillosa EL BAILE DE LOS VAMPIROS (1967) de Roman Polanski (una obra por la que siempre he sentido veneración (y con una bellísima Sharon Tate)) desmadrada hasta decir basta y que desmonta uno a uno los tópicos que el género de terror estaba imponiendo en el cine de Hollywood de la época.
Ciertamente me esperaba otra cosa pero reconozco que POSESIÓN... tiene todos los ingredientes que conforman una película de culto. Y el primero de ellos es que muchas veces NO son grandes películas. De hecho, muchas veces no son siquiera buenas películas. Pero lo cierto es que ésta cumple todos los requisitos para entrar en dicho club. Y el primero de ellos es reirse de sí misma. Y la película lo hace y con creces. Todo un festival de excesos que de pura exageración acaban siendo tronchantes.
Claro que tal vez mañana me levante de distinto humor y vuelva a la opción a). ¿Quién lo sabe?
Felices sueños.