La Televisión Digital Terrestre llega prometiendo interactividad, más calidad de imagen y una programación más diversa. Pero dos de estas tres supuestas ventajas no son del todo ciertas, y la otra todavía está por demostrar
ALBERT CUESTA - 15/12/2005 - 17.41 horas
Uno de los electrodomésticos estrella de esta Navidad será el decodificador de televisión digital terrestre (TDT). Para cuando termine el año, se espera que haya unos 800.000 instalados en los hogares españoles. Es el primer episodio de una renovación tecnológica doméstica que culminará con la sustitución progresiva de los actuales televisores analógicos por nuevos receptores completamente digitales. Los fabricantes de electrónica de consumo tienen puestas grandes esperanzas en la TDT, dada la mala temporada que atraviesa el sector. También se frotan las manos las empresas que fabrican equipamiento de producción y emisión digital, los instaladores de antenas, los desarrolladores de servicios interactivos y hasta los ingenieros de telecomunicaciones, que andan a la greña con los ingenieros industriales por la bicoca que constituye la atribución para visar las nuevas instalaciones.
El horizonte está en el denominado apagón digital, cuando las emisoras dejarán de emitir en sistema analógico. Ello ocurrirá en el año 2010 en España, salvo en Catalunya ), donde se adelantará dos años. Hasta entonces, las cadenas de TV existentes ya están obligadas a emitir su programación simultáneamente a través de TDT desde el pasado 1 de noviembre. Algunas ya llevaban meses haciéndolo, en régimen de pruebas. Junto a ellas, dos plataformas (NetTV y VeoTV) emiten sólo en TDT, y televisiones públicas como TV3 han puesto en marcha nuevos canales para su difusión exclusiva por TDT. La televisión digital parece destinada a penetrar en todos los hogares por la vía terrestre, algo impensable mediante las dos plataformas de TV digital de pago ya existentes, el cable y el satélite.
La TDT llega envuelta en expectativas de calidad. Para empezar, existe cierta confusión sobre equipos y formatos. Mucha gente creía que su flamante televisor de pantalla plana (TFT o plasma) ya les serviría para recibir la TDT, pero si el receptor no incorpora el decodificador necesario, tendrán que adquirir uno externo. También hay usuarios que esperaban recibir TV en alta definición gracias a la TDT, pero tampoco es así: la TV digital actual utiliza el mismo formato que los DVD, denominado MPEG2; en cambio, la mayor cantidad de información que contienen las imágenes de alta definición requiere un caudal con el doble de capacidad, que sólo será posible con el uso de otro formato, el MPEG4, cuya implantación tardará al menos otro par de años.
En relación con lo anterior, sorprende comprobar que los
dos argumentos principales de la actual campaña institucional de promoción de la TDT, la mayor calidad de recepción y el mayor número de canales, no son del todo ciertos. Con la TDT tendremos, eso sí, más comodidad gracias a los subtítulos, la emisión multilingüe y las guías electrónicas de programación (que son gratuitas en la etapa inicial, pero acabarán siendo de pago) y más posibilidades de participación gracias a las funciones interactivas (que dependen, no obstante, de canales de retorno externos, como el teléfono o Internet), pero la TV digital no se ve necesariamente mejor que la analógica, y la mayor variedad de programación no es tal.
La TV digital no siempre se ve mejor
Aunque parezca lo contrario, la máxima calidad de imagen a la que se puede aspirar con la TDT es la misma que ofrecen los actuales televisores analógicos en condiciones óptimas de recepción. Ciertamente, cuando dichas condiciones no son tan óptimas, la recepción digital no se ve afectada por interferencias ni dobles imágenes, y eso ya es una mejora en muchos casos, sobre todo en zonas urbanas e instalaciones de antena colectiva anticuadas.
Pero esta mejora en la calidad de imagen no es fruto de la digitalización, sino de la necesaria puesta al día de dichas instalaciones colectivas.
En igualdad de condiciones de recepción y distribución, la calidad de imagen de un programa emitido en digital es intrínsecamente menor que la de ese mismo programa emitido en analógico. Puede usted comprobarlo comparando cualquiera de los programas en directo que se emiten simultáneamente por canales analógicos y digitales: por ejemplo, un Telenotícies de TV3. Con sólo alternar entre la recepción televisiva convencional y la recibida por vía digital (por ejemplo, mediante la plataforma de satélite Digital+), se aprecia claramente que la versión digital adolece de pérdida de detalle y unos colores más apagados.
El motivo principal no es la digitalización propiamente dicha, sino otro proceso que la acompaña, denominado compresión. Es lo que permite meter al menos cuatro canales donde hasta ahora cabía sólo uno. La compresión consiste en eliminar de la imagen la información redundante o considerada inapreciable a simple vista, a fin de que el volumen de datos a transmitir sea menor. El decodificador de TDT se encarga de descomprimir, o reconstruir, la imagen original. Pero en una compresión eficiente se descarta necesariamente información, y esa información descartada es la que causa la pérdida de calidad visual. Tal vez merezca la pena a cambio de evitar interferencias, pero la diferencia existe.
Por si fuera poco, la transmisión digital es más sensible a las condiciones de recepción extremas. Por decirlo en términos digitales, la recepción es binaria: mientras la propagación de las ondas es correcta, la TV digital se ve bien, pero cuando no lo es, no se ve en absoluto. No cabe el anterior término medio de una recepción afectada por nieve o interferencias, en la que todavía es posible distinguir el contenido. Por ejemplo, como bien saben los usuarios de TV vía satélite, durante una tormenta intensa la imagen puede llegar a desaparecer por completo. Viene a ser la misma diferencia que existe entre escuchar un disco de vinilo o un CD, dañados ambos: en el vinilo seguimos oyendo la música junto a los clics y chasquidos, pero cuando el CD está muy deteriorado, el lector salta bruscamente de pista.
La TV digital no es más diversa
El otro gran mito de la TDT es que permitirá una mayor variedad de contenido. Tampoco eso es del todo cierto. Por una parte, si nos guiamos por lo visto en las otras plataformas digitales y en la incipiente oferta de TDT, tendremos más canales y gratuitos, pero poco nuevo: prepárense para volver a ver series y culebrones ya repetidos hasta la saciedad. Por otra parte, está por ver si la segmentación temática contará con un soporte publicitario suficiente para financiar nuevas producciones de calidad.
Por último, se produce el contrasentido de que el mayor número de canales disponibles en el espectro se encontrará en manos de un menor número de emisores. Los motivos son diversos: para acceder a una licencia de emisión en TDT hay que demostrar una solvencia financiera al alcance de muy pocas empresas y organismos; las emisiones se realizan a través de un operador de difusión digital, con el consiguiente coste adicional; por último, si bien no existe impedimento técnico para que cualquier emisora se digitalice y siga emitiendo, las autoridades ya han anunciado una política de tolerancia cero con tales prácticas, con el fin de reordenar el espectro.
Y aunque hay que reconocer que ello tendrá alguna ventaja para la salud mental de los espectadores, como la erradicación de los infames pseudocanales locales basados en el tarot, el porno y la teletienda, también se corre el riesgo de dejar fuera de la antena a televisiones comunitarias sin ánimo de lucro, como la que acaba de cumplir 25 años de funcionamiento en Cardedeu (Vallès Oriental), operada por voluntarios. Este tipo de microcanales independientes se verán abocados a diluirse en los canales comarcales de TDT atribuidos a consorcios de ayuntamientos, mucho más costosos para el contribuyente y completamente ajenos a sus principios y objetivos de información de proximidad, o bien a desaparecer del dial. Esperemos que los legisladores le pongan remedio in extremis, para que el sector audiovisual no se quede sin una de sus principales canteras de profesionales y para que la pluralidad informativa no sufra un nuevo revés.
El truco de la Cafetera rusa
Este mes recupero mi propósito de incluir en cada columna una recomendación práctica, no necesariamente relacionada con el asunto principal. En esta ocasión les propongo utilizar el reproductor musical portátil iPod de Apple para informarse sobre la marcha, utilizando las noticias descargadas en el ordenador de sobremesa mediante el sistema RSS de suscripción que ofrecen muchas publicaciones digitales, como este mismo diario . De este modo, además de llevar consigo música y vídeos, los usuarios del iPod también pueden llevarse en el bolsillo la actualidad, ya sea hablada (en forma de podcast) o escrita (noticias en RSS). En esta página tienen ustedes cinco programas para hacerlo, ya sea en Mac o en Windows XP.