Aunque inicialmente la temática me atraía, al desarrollarse la trama en torno al caso real de Enriqueta Martí (mujer acusada de secuestrar y asesinar a múltiples niños y niñas), abordándose una de tantas historias reales caídas en el olvido, que no suelen gozar de la atención e interés de un medio que suele tender sólo a relatar los acontecimientos grandiosos o grandilocuentes, mostraba mis recelos y reservas en torno al tratamiento que habría sido dispensado en la película principalmente por dos motivos. En primer lugar porque, aunque no sea una opinión compartida por todos, el cine español suele pecar de torpeza en su ejecución, ofreciendo espectáculos grotescos y carentes de encanto e interés, fruto de la falta de talento o voluntad en ofrecer un producto que no sea una copia inferior de una producción estadounidenses (contra la que obviamente, en términos financieros, simple y llanamente no puede competir), cuando no directamente una mala excusa para justificar la correspondiente y rigurosa subvención por parte del ministerio de cultura, lo que suele incentivar y propiciar cintas con un propósito inexistente, cuando no directamente obsceno e insultante. En segundo lugar, temía que el director hubiera optado por el clásico, simplista y manido enfoque macabro en torno al complicado caso que involucró a la persona de Enriqueta Martí. Finalmente puse a un lado todas mis dudas e incógnitas, dando una oportunidad a la película en cuestión… Y afortunadamente, agradezco dicha decisión.
La cinta no sólo carece de sensacionalismo alguno en su tratamiento argumental, sino todo lo contrario, lo critica y denuncia con una ferocidad inusitada. Empleando el personaje ficticio de Sebastià Comas, utiliza su profesión, periodista, para conducir al espectador a través de una sociedad sórdida, podrida y enferma, retratando con suma crudeza y acierto la España de principios del siglo XX, donde la corrupción campaba a sus anchas, con todos los estamentos implicados a todos los niveles: desde unos medios de prensa cuyo único propósito era obtener la noticia más morbosa para vencer a sus competidores en la carrera por posicionarse como el periódico más leído y consumido (aunque ello implicara renunciar a las premisas más básicas y esenciales del periodismo, como el rigor, la verdad y contrastar las fuentes de información), a unos cuerpos de seguridad, tanto policiales como militares, que ignoraban, alteraban o manipulaban las pruebas en connivencia con los servicios médicos oportunos y pertinentes para, finalmente y en última instancia, los poderes judiciales poner el broche de oro a tamaña pantomima. Todo ello aderezado con detalles sólo al alcance de los más vigilantes y despiertos, como que en ciertas escenas la mayor parte de los personajes empleen máscaras que al igual que en el ámbito teatral, tienen la función de ocultar el verdadero rostro, la verdadera personalidad de dichos individuos… O que la mayor parte del metraje esté rodado en blanco y negro, sólo con puntuales escenas o elementos en color, recordando al mismo tratamiento que efectuó Steven Spielberg en La lista de Schindler para potenciar el sentimiento y sentir de la decadencia humana…
Lluís Danés no sólo consigue hacer un retrato humano y fidedigno de Enriqueta Martí, sino uno de los mejores retratos de la sociedad española de principios del siglo XX, escasa y raramente caracterizada en la gran pantalla, ya sea a través de películas o documentales, siendo la gran desconocía para muchos a pesar de no ser tan lejana en el tiempo…
Y todo ello lo logra con una puesta en escena atrevida, valiente y tenaz, donde superando la escasez de medios y recursos en forma de presupuesto, apuesta por una estética sumamente llamativa, singular y única, donde con gran talento emplea recursos propios del ámbito teatral para ocultar o camuflar la escasez de escenarios, los cuales tienden a repetirse. Para mitigar esta sensación, imitando a las obras del arte escénico, donde el telón sirve como elemento que facilita la transición entre una escena y otra, proyecta las sombras de los personajes mientras cambian de una localización a otra. Nuevamente emulando dicha estética, se puede apreciar como en ocasiones adorna ciertos edificios con la ornamentación típica y habitual de los medios escénicos, transmitiendo la impresión de estar ante una obra que navega entre el celuloide y el escenario propio del teatro, siendo una fusión peculiar que no desentona gracias a la ambientación presente, donde se mezcla lo onírico con lo subversivo. A ello hay que sumarle la aplicación de ciertos efectos cuanto menos ingeniosos. A modo de simple ejemplo, en un momento determinado de la película, el protagonista debe viajar a Sabadell. Filmar como acude a una estación, toma un ferrocarril de la época (por aquello de mantener la fidelidad histórica) y acomete el trayecto, supondría una inversión de recursos y medios que seguramente, no estaban al alcance del director. ¿Cómo solventar dicho hándicap? Mostrando una escena donde un niño juega con un ferrocarril de juguete y a medida que se disipa el vapor que despide el mismo… Aparece el protagonista en Sabadell. Nuevamente dicha transición casa con el tono minimalista que imprime el director a la cinta, no percibiéndose forzado o cutre.
En última instancia, la banda sonora acompaña brillantemente a toda esta puesta en escena, potenciando y reforzando el discurso visual. El único pero del metraje, es que en dos secuencias donde acontecen enfrentamientos de corte físico, las peleas están mal rodadas, notándose a la legua la falsedad de los golpes.
El espectador que busque una película con un tratamiento y enfoque distinto, hastiado de los clásicos, típicos y manidos recursos audiovisuales presentes en el medio… No se decepcionará en absoluto, con un perspectiva puramente artística que no renuncia a tratar con suma crudeza y fidelidad un personaje, Enriqueta Martí (exponiendo un trasfondo más realista y basado en las últimas investigaciones emprendidas en torno a su figura, deslizándose un problema de origen psiquiátrico más que psicótico), con el trasfondo de una sociedad que en muchos sentidos, mantiene alarmantes similitudes con la actual, donde en pos del egoísmo y la perversión, se justifican y ocultan a toda costa cualquier tipo de acciones, aunque ello implique manipular los estamentos que sean necesarios para tal fin…
¡Saludos!