La música clásica en el cine: Parte (I)


Desde que los hermanos Lumière inventaron el cinematógrafo y se comenzaron a filmar las primeras películas mudas, pasando por el año 1927 en que se grabó "El cantor de Jazz" de Alan Crossland -considerada la primera película propiamente sonora- hasta la llegada a nuestros días con el desarrollo del cine 3D y la era digital, el cine ha cubierto un largo camino en el que el sonido se muestra no como un ornamento prescindible o un complemento de segundo nivel, sino como una faceta indisoluble e imprescindible en cualquier película. La banda sonora se ha ido labrando una importancia capital dentro de este arte, de tal manera que existe un mercado “paralelo”, anexo al film pero perfectamente identificable, en la que la música adquiere una personalidad propia.


Existen sobradas muestras de la importancia que una buena Banda sonora (BS), expresamente compuesta para tal fin, puede llegar a tener en el resultado final de una película. Es más, en determinadas ocasiones, adquiere más importancia (o al menos se recuerda más) esa BS que la propia película. Ejemplos que nos vienen rápidamente a la cabeza sobre BS excepcionales son: Grease, Star Wars, Sonrisas y lágrimas, Los Chicos del coro, La Misión, West Side Sory, El Rey León, Érase una vez en América, Cinema paradiso… y un larguísimo etcétera de maravillosas películas de las que, casi de forma automática, se nos viene a la cabeza melodías que permanecen en nuestro subconsciente de forma imborrable.


Compositores como John Williams, Ennio Morricone, Hans Zimmer , Nino Rota, Alfred y Randy Newman, Jerry Goldsmith, Max Steiner. Miklós Rózsa, Vangelis… no solo han realizado innumerables obras de arte musicales, sino que han dejado constancia de que el cine debe mucho a su faceta artístico-musical; tanto que deberíamos rellenar páginas y páginas si quisiésemos hacer referencia a la bibliografía disponible sobre este tema.

Existe, sin embargo, una faceta menos recordada por el gran público, pero que nos ha brindado momentos de belleza extraordinaria, sobre todo a los que amamos con fervor la música -denominada- clásica y es la adaptación a las películas de composiciones musicales no propiamente diseñadas para tal fin, sino compuestas por maestros de diferentes periodos musicales (en algunos casos cientos de años atrás) como el barroco, clasicismo, romanticismo o dodecafonismo, por poner solo algunos ejemplos de periodos/vertientes de la historia de la música. Es aquí donde voy a intentar mostrar unos pequeños ejemplos de lo que la música clásica ha aportado a nuestro querido cine. Nombres como Mozart, Bach, Tchaikovski, Schubert, Schumann, Beethoven, Wagner, Verdi, Vivaldi…, enormemente conocidos por todos, junto con otros muchos, no tan familiares para muchos oídos, como Barber, Marin Marais, Paganini, Bruckner, Mahler, Telemann, Frescobaldi, Liszt, Busoni, Fauré... han contribuido a que muchas de nuestras películas más queridas hayan quedado irremediablemente impregnadas en nuestros recuerdos, muchas veces gracias a una pequeña melodía que, si bien no recordamos ni título ni autor, hace que nada más escucharla se nos venga a la mente la escena de una película. Sinfonías, oratorios, misas, réquiems, cuartetos, tríos, sextetos, sonatas, preludios, suites, oberturas, zarabandas, adagios, fragmentos de óperas, conciertos para diferentes instrumentos… han sido utilizados profusamente para la realización de decenas y decenas de BS.

Bien, seguramente a muchos les resulte desconocido el título de esta composición


Adagietto de la 5ª sin Mahler

O nunca se habían planteado qué relación podía tener con el cine esta otra


Música nocturna de Madrid de Boccherini

O, simplemente, les resultaba deliciosa esta melodía sin saber cuál era su origen


Nocturmo op 48 nº 1 de Chopin

Pero escuchándolo, seguramente nos vengan a la cabeza ciertas imágenes que relacionaremos con películas muy conocidas: Muerte en Venecia, Master and Commander y El pianista, respectivamente.

Estos son solo tres ejemplos de entre decenas de películas en las cuales la BS está plagada de composiciones clásicas:

Anna Karenina (Bernard Rose, 1996)
Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975)
Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979)
Cómo ser John Malcovich (Spike Jonze, 1999)
La insoportable levedad del ser (Philip Kaufman, 1988)
Casino (Martin Scorsese, 1995)
Shine (Scott Hicks , 1996)
El hombre que nunca estuvo allí (Joel & Ethan Coen, 2001)
Elizabeth (Shekhar Kapur, 1998)
Fantasía (Ben Sharpsteen, 1940)
Hannah y sus hermanas (Woody Allen, 1987)
La insoportable levedad del ser (Philip Kaufman, 1988)
El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1988)
Henty y June (Philip Kaufman, 1990)
La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971)
L'accompagnatrice (Claude Miller, 1992)
La muerte y la doncella (Roman Polanski, 1994)
El maestro de música (Gerard Corbiau, 1988)
Philadelphia (Jonathan Demme, 1993)
Madame Sousatzka (John Schlesinger, 1988)
Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1988)
Cuatro bodas y un funeral (Mike Newel 1994)
Cita con Venus (Istvan Szabo, 1990)

… son algunos ejemplos de películas en las que la música clásica adquiere una importancia fundamental. En algunas de ellas, la cantidad de escenas sin diálogos ocupan gran parte del metraje, estando simplemente acompañadas por fragmentos musicales que informan y guían perfectamente al espectador.

En una segunda entrega de este artículo, podremos conocer otra vertiente de la música clásica en el cine, esta vez dando especial importancia a la vida de sus compositores, intérpretes o instrumentos más destacados.