La música clásica en el cine (parte II)
Otra faceta muy interesante en lo que respecta a la música clásica adaptada al cine corresponde a las películas basadas en compositores, intérpretes e, incluso, sobre los propios instrumentos que éstos utilizaban y que están íntimamente ligados con esta faceta de la música.
Ejemplos muy conocidos (otros, no tanto…) los tenemos en adaptaciones de la vida de grandes genios de la música culta, y que han sido convenientemente traspasados al celuloide para disfrute general. Evidentemente hay diferentes niveles de calidad en cuanto al resultado final de la película, pero todas ellas intentan mostrar las diferentes vivencias personales que todos ellos pasaron a lo largo de su vida y que, de una manera u otra, gracias al genio compositivo de cada uno, hicieron que sus composiciones quedasen para siempre inmortalizadas en nuestros sentidos.
Tenemos valiosos ejemplos de estas películas, como lo son las que corresponden a W.A. Mozart (Amadeus), L.V. Beethoven (“Amor inmortal”,” Copying Beethoven”), Monsieur de Sainte-Colombe y Marin Marais (“Tous les matins du monde”), Carlo Broschi (“Farinelli”), JS Bach (“Mi nombre es Bach”), A. Vivaldi (“Vivaldi un príncipe en Venecia”), P. I. Tchaikovski (“La pasión de vivir”), J. Stauss (“Johann Strauss: un rey sin corona”), R: Schumann (“Sinfonía de primavera”), G. Mahler (“Mahler, una sombra en el pasado”), F. Chopin (“Un invierno en Mallorca”, “Impromptu”)… y algunos títulos más que han acercado a la gran pantalla la vida de grandes genios de la música clásica.
Por otro lado, también el cine ha querido acercarse y rendir homenaje tanto a los instrumentos que representan la forma de hacer llegar las composiciones hasta nuestros oídos (incluida la voz humana), como a los intérpretes que lo han hecho posible. Así, podemos encontrar películas como “El piano” de Jane Campion (1993), “El violín rojo” de François Girard (1998), “El pianista” de Roman Polanski (2002), “El gran Caruso” de Richard Thorpe (1951), “La pianista” de Michael Haneke (2001), “Farinelli” de Gerard Corbiau (1994), “El concierto” de Radu Milhaieanu (2009) o “El solista” de Joe Wright (2010), por citar algunos ejemplos.
En todas ellas gira, en mayor o menor medida, la figura del intérprete o del instrumento que reproduce las notas, todo ello visto desde un punto de vista de los músicos y de las relaciones con las personas que le rodean, pero siempre con el universo de la música clásica y los instrumentos que hacen posible su testimonio como telón de fondo.
Acabamos ya con este artículo. He querido rendir un pequeño homenaje a la música clásica y a las películas que han logrado –en mayor o menor medida- acercar al gran público este arte imperecedero. Si esto ha servido en algo para despertar algún que otro interés o, simplemente, para refrescar algunos datos que ya teníamos olvidados, bienvenido sea.
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