Corazones con alas de espinas
Habrá a quien no le guste el cine de David O. Russell, o el último cine de David O.Russell, desde que se reinventó con The Fighter y renació definitivamente de las cenizas con El lado bueno de las cosas. Ellos se lo pierden. American Hustle es quizá la más redonda de todas ellas. Desde luego es mejor que The Fighter, y es tan distinta de la comedia romántica que entregó en 2012 que resulta difícil determinar cuál de ambas es mejor. Probablemente es injusto y absurdo compararlas. Pero lo que sí está claro como el agua es que American Hustle es una de las películas que mejor sabor de boca han dejado en 2013, simple y llanamente porque todos sus elementos son excelsos y mezclan maravillosamente entre ellos.
Empezando por lo evidente, que es el aspecto visual de la cinta y que traslada al espectador al mundo hortera setentero de tupés, camisas floreadas y abiertas, escotes vertiginosos, tacones de aguja y peinados imposibles. Sin el trabajo de vestuario, peluquería y maquillaje los personajes no serían ni la mitad de lo que son, y eso ay que reconocerlo así. Se puede continuar con una banda sonora que, lejos de ser un simple Greatest Hits de la década pensado para vender el CD de turno entre los nostálgicos, es casi otro personaje más de la cinta y ayuda a llevar la acción y sobre todo las emociones a puntos insospechados (atención al montaje paralelo de Richie y Sydney juntos en el retrete y el final de su conversación con lo que ocurre en la otra fiesta). Un tercer paso de la escalera al sobresaliente fílmico podría ser la realización de Russell, elegante y "scorsesiana" como pocas, llena de fuerza y ritmo, que no descuida nunca los diálogos ni a los actores (¡qué gran director de actores es!). Pero nada, absolutamente nada de esto tendría valor si no fuera porque American Hustle tiene un guión de los que ya no se ven. Un guión que hila perfectamente los acontecimientos sin perder (casi) nunca el ritmo, que es divertido (las risas de la platea son constantes), que hace creíbles y cercanos a personajes llenos de defectos y excentricidades y que habla de amor y de redención con más madurez, inteligencia y emotividad que cualquier drama sensiblero. Es una película ambientada en los setenta, pero podría perfectamente haber sido una película del Hollywood clásico, porque existe esa felicidad absoluta en el espectador que daban las grandes obras maestras del cine de antes, ese que muchos espectadores dicen echar de menos. Pues bien, aquí está de vuelta. La esencia del cine. Guión, soberbio y emocionante, además, y actores.
Y vaya actores. Sin olvidar a un Robert De Niro muy breve pero impactante, a un divertido Michael Peña o a Louis C.K. (vaya año se ha pegado entre esta y Blue Jasmine), el espectáculo son los cinco protagonistas. Jeremy Renner, soberbio y encantador en la piel de un tipo cargado de buenas intenciones que cede a la tentación por el supuesto bien común. Christian Bale, que pocas veces ha estado mejor, y eso es mucho decir en un intérprete como él. Clava al milímetro el desvergonzado arte para el timo de Irving y su dolor de amor y desamor con enorme desamparo. Amy Adams, seductora y deliciosa como nunca pero conservando y potenciando esa capacidad sobrehumana que tiene para el drama y la credibilidad (si Sydney hubiera anunciado ser una extraterrestre nos o hubiéramos creído gracias a Adams). Jennifer Lawrence se come la pantalla cada vez que aparece. Y punto. Pocas, muy pocas veces ha habido una actriz capaz de tanto siendo tan joven. Es una estrella y va a ser como Meryl Streep en el futuro, y si no tiempo al tiempo. Y Bradley Cooper, que sigue con su imparable ascensión dando vida a un tipo inclasificable (quienes vean la película sabrán por qué lo digo) y quizás el más excéntrico de todos los personajes sin renunciar a la ternura y el buen humor.
En muy pocas palabras, hay que verla sí o sí. Es redonda, o casi redonda. Para mínimos fallos, ver "Lo peor". Lo demás es casi una obra maestra.
Lo mejor: ¿Todo? Guión, dirección, actores, banda sonora, vestuario y peluquería...
Lo peor: Podría haber sido diez minutos más corta y no habría pasado nada, porque de vez en cuando hay escenas alargadas en demasía (como la resolución del pique entre los personajes de Louis C.K y Cooper)