Te recuerdo, B/D, que hace tiempo dijiste que te pondrías con Leni.
Bueno, pues hoy he visto Cenicienta, de quienes todos cantaban alabanzas. Vaya por delante que Branagh no es director que me guste especialmente. Vaya por delante que la historia de Cenicienta no me motiva demasiado (y aquí tampoco hacen por que a ninguna mujer mayor de 15 años le motive demasiado: casi cien años de feminismo y seguimos mándandoles a las niñas el mensaje de que hay que ser monas, tragar carros y carretas y esperar a que venga alguien a sacarte las castañas del fuego). Vaya por delante que todos estos live-action de Disney me parecen terriblemente superfluos y me llenan de tedio. Vaya por delante que a mí, la mejor película de Cenicienta me sigue pareciendo que es la de Charles Walters.
Y sin embargo, quizá porque iba con las expectativas muy bajas, esta cinta me ha gustado. Creo que es todo lo que la reciente La bella y la bestia tendría que haber sido y no es. Ni es una perversión blasfema de un personaje memorable y querido como lo era Maléfica, ni una fotocopia vergonzante de un título emblemático del pasado que te hace volver atrás una y otra vez la vista con nostalgia de la cinta original como lo era el soso facsímil de Condon. Las referencias a la cinta de 1950 están ahí, pero son solo éso, referencias, y Branagh firma una cinta elegante con cierto sabor clásico, que se echa mucho de menos en el cine actual, sobre todo en el familiar, y que tiene la bastante entidad como que la podamos considerar como una nueva versión del famoso cuento de Perrault y no un mero remake de un filme previo. Consigue dotar de magia nueva a una historia ya conocida.
Son muchos los puntos a favor. Una cuidada puesta en escena, una dirección imaginativa, un excelente diseño de producción, un guión que profundiza en los personajes dotándoles de motivaciones plausibles, un CGI que no te saca de la película, unos secundarios cómicos inteligentemente reducidos al mínimo indispensable (no encontraremos aquí ratoncitos parlantes, cancioncitas pegajosas que te sacan de la película cada cinco minutos ni gilipolleces varias), unos actores más que correctos (especialmente destaca Cate Blanchett como una madrasta deliciosamente malvada con unas hijas dolorosamente horteras), y referencias al recorrido cultural de la historia acá y allá (la princesa española ¿estará ahí por el ballet de Prokofiev..?). Además la película engancha (algo que hacía tiempo que no me pasaba con ninguna cinta) y se ve en un suspiro.
Yo hubiera preferido menos azúcar y más coñac, pero teniendo en cuenta cómo está el panorama, me ha parecido más que digna. De notable alto.