Siempre hay expectación cada vez que David O. Russell estrena una película. Desde que triunfara con The fighter, ha visto cómo su caché ha aumentado considerablemente hasta el punto de ser considerado como uno de los grandes de la actualidad. Es por ello que cuenta ahora mismo con cuatro películas (si no contamos la fallida Accidental love) en tan solo 5 años. Y, además, sus últimos tres trabajos ostentan ni más ni menos que 25 nominaciones a los Oscars. Lamentablemente, de ellos solo ha conseguido tres ( todos a mejor actor/actriz). También tres veces son las nominaciones seguidas que ha tenido a mejor director. Con Joy puede hacer que sean cuatro, aunque este año lo tiene más difícil; pero si algo caracteriza al neoyorquino es que siempre está ahí. Continuando con sus actores fetiche (el trío Lawrence – Cooper – De Niro), que tantas alegrías le ha dado, vuelve a un proyecto a priori más sencillo, al estilo de El lado buenos de las cosas, pero ambientado en los años 90.
La película comienza con una secuencia en blanco y negro de una telenovela, donde un hombre se impone a dos mujeres. Sin duda, es una pista por donde irán los tiros. Joy Mangano es cabeza de familia, trabajadora y madre soltera. Además, debe lidiar con los problemas que tiene dentro de casa. Una madre que nunca sale de su cama y se pasa el día viendo culebrones, una hija pequeña, un exmarido latino que, tras un intento de triunfar en la música, se ha quedado a vivir en el sótano y un padre obsesionado con encontrar otra vez el amor de su vida. Un día, la suerte de Joy cambia cuando en una boda se hace daño fregando los restos de una copa. En ese instante es cuando piensa en crear la “miracle mop”, una especie de fregona novedosa que revolucionará el mercado de productos del hogar. Claro está que para ello necesita salir en un canal de televisión. Y aquí es donde aparece la figura de Neil Walker ( Bradley Cooper), el hombre que le permitirá aparecer delante de las cámaras para que anuncie su invento. Problemas con los materiales, con la financiación o con las patentes serán los quebraderos de esta joven que no le impedirán recorrerse medio país para aprovechar una oportunidad que tiempo atrás había tirado por la borda por cuidar de su familia.
David O. Russell parece haber aprendido un esquema que no para de repetir una y otra vez. Debe ser que para él la familia es lo más importante puesto que en sus últimos trabajos la fuente de los problemas surgían de ella. Ya en The fighter retrató un núcleo familiar difícil desde la óptica del drama social. Incluso en La gran estafa americana podemos observar un tipo de familia artificial que trabaja para triunfar en su querida patria. Joy se aproxima mucho más a ese modelo que ya hizo en El lado buenos de las cosas. Robert De Niro repite el mismo papel de padre obsesionado por diversos motivos. En aquel trabajo que le valió su última nominación a los Oscars, su rompecabezas era una apuesta que había hecho con un seguidor de los Giants. Esta vez se pone más sentimental y se obsesiona con encontrar el amor. Bradley Cooper y Jennifer Lawrence se cambian el papel de hijo que quiere dar un vuelco a su vida para que tenga sentido. Uno lo encontró en el baile y la otra en la teletienda.
A nivel actoral Russell no se arriesga, pero donde sí lo hace es en los géneros. Joy puede ser su comedia menos cómica. Y es que aunque el humor, sencillo y sutil, esté presente en toda la obra, sobre todo cuando la acción transcurre dentro de la casa haciendo que sea una especie de Screwball Comedy – o culebrón de telenovela-, el drama es lo que más destaca, dejando un trabajo un tanto serio. Ahí queda la secuencia donde Joy dispara con una escopeta. Lo que empieza con música marchosa, termina con un primer plano de su cara respirando y con amagos de llorar. El problema que tiene Joy es que pretende en parte ser un biopic real pero utilizando elementos ficticios y un tanto artificiales. Para embellecer el relato, la voz en off de la abuela será la encargada de ir contando la historia como si de un cuento se tratara, a la vez que nos muestran flashbacks de la infancia de nuestra protagonista resaltando sus amistades e inquietudes que le llevaron a querer inventar cosas o su primera cita con su futuro marido. Incluso podríamos decir que es el David más experimental, pues contiene partes totalmente oníricas al más puro estilo de Lynch, como las ya comentadas escenas televisivas o el sueño donde podemos ver a la Joy pequeña hablando a la Joy grande mientras un zoom nos va acercando a ella al ritmo de una banda sonora que pasa de ser celestial a tenebrosa. Esta mezcla de situaciones, deja al desarrollo de la historia como algo simple, a pesar que en la teoría Joy tiene más de un problema serio. Solo al final parece que la película hace un amago de coger aquella epicidad que es la que le tendría que haber caracterizado.
Más que de problemas familiares, la película trata sobre un homenaje a todas aquellas mujeres que triunfaron ante las adversidades. Ya lo pone David al principio del film: “Inspiradas en hechos reales de audaces mujeres“. Y por si no queda claro, se molesta en insertar fragmentos de telenovelas en las que la figura del hombre se antepone a la de la mujer. Y es por ello, y a diferencias de sus anteriores películas, Joy se centra exclusivamente en su protagonista, una heroína que lucha por encontrar su sitio en el mundo, dejando de lado a los secundarios que habían tenido hasta ahora mucho mayor protagonismo. Jennifer Lawrence, a opinión del que escribe, realiza un papel mucho más completo que los que hemos visto. Lamentablemente ni la historia ni el resto del reparto le acompaña, así que caerá en el olvido está actuación tan madura y seria. Bradley Cooper no consigue tener los minutos necesarios que requiere su personaje, de capital importancia para el devenir de Joy. Lo mismo le pasa a Isabella Rossellini, también crucial, con el plus de que su breve papel es mucho más caricaturesco y que no llega a encajar del todo. Y esto último es lo que pasa en cierta medida en los otros personajes como puede ser la madre, donde su aportación al film parece ser la de dar cierta comicidad al asunto.
Joy se podría resumir como Jennifer Lawrence, pues es ella la que sostiene la película. Tal vez David O. Russell debía haber planteado la historia desde una óptica más cercana a The fighter, ya que le habría otorgado mucha más verosimilitud y sentimentalismo al ser una trama que cuenta la vida de una joven que quiere triunfar y sacar adelante a su familia. Como producto final es entretenido y, sobre todo, mucho menos cargante que sus anteriores films, lo cual se agradece, pero que te deja una espina clavada sobre cómo podría haber sido si se hubiera enfocado desde otra perspectiva.
6/10