Uno de los mayores ejemplos de cinismo que he visto en pantalla grande. El director de Viaje de pirados y los Resacones, con los millones de otros, pontifica y sermonea con su desvalazada cinta sobre la eterna levedad del ser del espectador medio. Eso no es intrínsecamente malo, pero hay que tener un bagaje artístico detrás y un talento encomiable para lanzarse a la red. Por descontado, Phillips carece de semejantes atributos.

Sí su propuesta hubiera sido honesta, no habría permitido la farsa desplegada en los trailers que hemos visto ni el uso tramposo de personajes consolidados en la cultura popular para contar su "historia". Phillips es un trilero que cambia las reglas del juego sin previo aviso y ha de merecer loas por ello. No serán las mías.

La película tiene virtudes que han de destacarse: una dirección de fotografía encomiable y la construcción de ciertos planos imaginativos por parte del propio Phillips. Más allá de eso, el crisol de buenos actores que deambulan por la cinta interpretando a personajes planos llama la atención. Hablamos de un guión ciertamente fallido, más allá de lo sincero o no de su propuesta. Y de una mejorable dirección de actores.

Algunos números musicales están muy bien ejecutados, dentro de la indefinición tonal caótica que vertebra la cinta, y de su pastiche mal resuelto de géneros.

Esto no es Megalópolis. Megalópolis es el hijo de un cineasta total en el ejercicio más rabioso de su independencia y ego. Sufragado por él y sin engañar al espectador potencial.

Joker 2, no obstante, es el artefacto deshonesto de un predicador al que le queda demasiado grande el golpe en la mesa.