Iniciado por
mad dog earle
Elena y los hombres mantiene el mismo colorido (esta vez firma la fotografía Claude Renoir, sobrino del director) y el mismo tono burlesco y vodevilesco (el film se presenta como una “fantasia musical”). Una princesa polaca (Ingrid Bergman) sobrevive en el París de la Belle Epoque a base de vender una a una sus perlas, siempre al borde la ruina. Pronto se va a ver inmersa en una intriga política y en un juego amoroso. Por un lado conoce al conde de Chevincourt (Mel Ferrer), un aristócrata bon vivant, que la presentará al general Rollan (Jean Marais), gran esperanza de los sectores conservadores para dar un golpe de estado e instaurar una dictadura de mano de hierro. De todas formas, la trama política es lo de menos, Renoir lo que hace es montar un juego teatral que parece una versión más ligera de su obra cumbre, La regla del juego. Equívocos, disfraces, parejas de amantes que se entrecruzan, puertas que se abren y cierran, persecuciones de amantes fogosos, hipocresía e intereses económicos de una burguesía mediocre y mezquina, todo acompañado de mucho color y de fanfarrias militares. Al parecer, en origen se trataba de hacer una historia sobre el general Boulanger, ministro de la guerra que encabezó un movimiento político de carácter autoritario que estuvo a punto de dar un golpe de Estado. Renoir, por razones diversas, acabó eliminando las referencias directas, pero con todo creo que el vínculo con el personaje real es bastante evidente. Para mí es uno de los films más flojos de Renoir (él mismo dice que esos cambios influyeron en que el resultado no fuera el deseado), cae en una teatralidad muy forzada (algo, por otra parte, bastante habitual en el Renoir maduro), con un sentido del humor que no es de mi gusto. Quedémonos con la presencia siempre de agradecer de la Bergman.