Pero que conste que YO no soy aficionado al cine... documental...
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Por cierto, ahondando un poco más en la cuestión, decir que fue esa la primera edición después del parón por la Segunda Guerra Mundial. Y además, es obviamente la primera vez que el premio a mejor película del festival no recibe no lleva el nombre de Copa Mussolini. Y además, y termino, se premia a una película norteamericana, país que había estado ausente del festival desde 1939.
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Testimonial aporte que haré, dadas las lamentables condiciones del visionado, con un archivo de mala calidad visual, así como doblada, siendo esto último de lo peor que he escuchado, unos doblajes en español que te dan una sensación de lejanía continua entre la voz y la persona. A veces no se escuchan bien los sonidos del film cuando hablan, pareciendo que se cargan los efectos sonoros del film para poner el diálogo, quizá son paranoias mías, pero nunca me había sentido que con un doblaje de este nivel te saca totalmente del film y te da bastante igual lo que te cuenta. Por ejemplo la suegra es horrorosa, todas sus intervenciones y sus diálogos parecen el Gargamel de los Pitufos. Todo me ha parecido mal, la escena chaplinesca en la parte final del film -la fiesta- es insufrible, no se como habrá sido en VOSE. Y mira que aunque haga tufillo a las uvas de la ira el film parece interesante y digno de volver a ver en condiciones adecuadas. Los actores no me han parecido buenos, aunque también lo dejo en stand By por el doblaje. Así que, no quiero ni comprobar si tengo VOSE en la próxima peli que toca. Como hace los diarios deportivos a la hora de valorar a un jugador de futbol cuando sale faltando cinco minutos para finalizar el partido:
The Southerner: s.c.
La versión de 1964 de nuestro Buñuel me parece la mejor película de su etapa francesa a pesar de que tal sea la más desconocida.
O al menos ese es el recuerdo (lejano) que yo tengo.
A ver si me veo esta noche THIS LAND IS MINE y así me voy poniendo al día.
También es cierto que como bien dice el querido amigo Fletcher es una película que ha ido de más a menos en mi apreciación con el paso de los años y eso a pesar del excelente reparto.
Me apetece más THE SOUTHERNER de la que guardo un gratisimo recuerdo.
Claro que también quiero ponerme al dia en el rincón Hammer con, seguramente, THE PLAGUE OF THE ZOMBIES (1966), de John Gilling, que sigue la senda abierta por Terence Fisher con LA GORGONA en el sentido de usar Criaturas ajenas al imaginario de la Universal.
Última edición por Alcaudón; 23/03/2022 a las 18:26
Pues ya está al caer The Diary of a Chambermaid, que avanzo que me parece uno de los films más decepcionantes de toda la filmografía de Renoir. Comparada con la versión de Buñuel, no hay color: la del de Calanda es, en mi opinión, muy superior.
Noooooooooooooooooooooooooooooo, otro programa doble noooooooooooooooooooooooooooo...
Yo prefiero este programa doble:
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Diario de una camarera (Le Journal d’une femme de chambre, 1900), de Octave Mirbeau
28. Diario de una camarera (The Diary of a Chambermaid, 1946), de Jean Renoir
Diario de una camarera (Le Journal d’une femme de chambre, 1964), de Luis Buñuel
Octave Mirbeau (1848-1917) fue un escritor y periodista francés, amigo y admirador de Émile Zola, y como él defensor de la causa de Dreyfus y fustigador del antisemitismo rampante que imperaba en el país. Mirbeau fue evolucionando hacia posiciones cada vez más radicales y anarquizantes, siendo quizá “Le Jardin des supplices” (1899) y “Le journal d’une femme de chambre” (1900, aunque algunas versiones más reducidas se habían publicado ya con anterioridad) sus obras más relevantes y escandalosas.
“Le Journal d’une femme de chambre”, como su mismo nombre indica, es un diario escrito por Célestine, una femme de chambre bretona (camarera o doncella, en definitiva, una criada) que ha servido en multitud de casas parisinas, de las cuales ha tenido que salir en muchas ocasiones de forma un tanto abrupta. Cuando se inicia la obra ha sido contratada por un matrimonio burgués del pueblo normando de Mesnil-Roy. Las anotaciones del diario nos informan de su estancia en casa de los Lanlaire entre 14 de setiembre de 1898 y el 24 de noviembre del mismo año, con un epílogo redactado 8 meses más tarde (o sea, ya en 1899). Aunque no se menciona explícitamente el año, se deduce de un comentario sobre el caso Dreyfuss incluido en el epílogo.
Con es natural, la obra está escrita en primera persona (lo que la diferencia, ya de entrada, del estilo narrativo de las dos versiones cinematográficas que comentaré). Célestine aprovecha las entradas del diario para pasar revista a su pasado, desde su atribulada niñez, en un pueblo costero bretón, hasta sus estrafalarias experiencias en casas de la burguesía y de la nobleza francesa, parisina en la mayoría de casos. Célestine no tiene pelos en “la pluma”, poniendo de vuelta y media una clase social corrupta, viciosa, mezquina, hipócrita, aunque tampoco los sirvientes, ella misma incluida, quedan mucho mejor parados, todos ellos, en realidad, deseosos de formar parte de aquella clase a la que detestan y de la que se aprovechan tanto como pueden. Célestine sirve de máscara (el autor atribuye el diario a una Mlle Célestine R. real) a Mirbeau para explayarse en su vitriólica crítica de una sociedad donde la injusticia, el clasismo, el patrioterismo y el antisemitismo campan por doquier.
En casa de los Lanlaire, Célestine comparte el servició con la cocinera, la simplona Marianne (que se entrega alegremente al señor de la casa), y con Joseph, el jardinero y cochero, un hombre lacónico, de aspecto terrible, feo, antisemita, ultraderechista, enemigo de la república y de los valores democráticos. Por esa “perla”, que Célestine está convencida es el autor del brutal asesinato de una niña, Claire, violada en el bosque, la camarera va a experimentar una atracción cada vez más intensa, hasta el punto que, en la conclusión de la novela, los vemos casados, regentando un café en el puerto normando de Cherbourg, llamado “À l’Armée Française!” (nombre que ya es toda una declaración de principios).
Al final de la obra, Joseph y Célestine han dejado a los Lanlaire unos meses después de que se haya producido un robo en la casa, desapareciendo toda la valiosa vajilla de plata que atesoraban sus amos, acción de la cual Célestine está convencida de que Joseph es el responsable, pero que este no llega a confesarle en ningún momento, algo que parece no importarle demasiado: “nunca sabré nada acerca de Joseph, jamás conoceré el misterio de su vida. Y quizá eso es lo que me une más a él”. Visto lo cual, no nos puede sorprender el párrafo con que Célestine concluye su diario: “Es como un diablo que se hubiera apoderado de mí. Y me siento feliz de pertenecerle. Siento que iré donde él me diga que vaya, que haré todo lo que él me diga que haga… ¡hasta cometer un crimen!”.
Esta última reflexión de Célestine ya nos da una pista de lo muy distintas que son las adaptaciones cinematográficas de Renoir y Buñuel. Con todo, hay que decir que, mientras el de Calanda se esfuerza en aproximarse a Mirbeau, y creo que consigue reflejar bastante acertadamente el espíritu de la novela, es sorprendentemente el francés el que se aleja de manera manifiesta del original literario.
El guion de la película de Renoir, que firma el actor Burgess Meredith, parte al parecer de la adaptación teatral (de 1931) de la novela de Mirbeau, “Le Roman d’une femme de chambre”, escrita por André Heuzé, André de Lorde y una misteriosa Mme. Thielly-Norès, de la que no encuentro referencia alguna. Como no conozco esa pieza teatral, no sé si la profunda alteración de la novela de Mirbeau ya procede de ella o hay que atribuirla al guion de Meredith y, quizá, al propio Renoir. No sé qué vio Meredith en Mirbeau que le interesase tanto, hasta el punto de producir el film, junto a Benedict Bogeaus, mediante la productora Camden Productions, creada con su esposa de entonces, Paulette Godard, que encarnaría en la pantalla a Célestine.
Aunque está vez he visionado la película bajo el influjo de la lectura de Mirbeau, reconozco que ya en su día, cuando la vi en la Filmoteca en 1995 (y creo que no la había vuelto a ver), me pareció un film confuso, extraño, muy teatral (en el mal sentido de la palabra), como si de una versión degradada de Le règle du jeu se tratase, con la oposición, como en aquella, de los señores y los sirvientes.
La versión de Renoir acumula elementos que dificultan y perjudican el resultado: por un lado, el habitual distanciamiento que produce que el ambiente provinciano francés (fiesta del 14 de julio incluida, momento ausente de Mirbeau) se reproduzca en inglés y en un más que evidente decorado. Por otro lado, el tratamiento extremadamente bufonesco que el propio Meredith da al personaje del vecino de los Lanlaire, el capitán Mauger, acentuando la rivalidad (que sí procede de Mirbeau) entre él y M. Lanlaire, uno republicano, el otro antirrepublicano. Aunque los lanzamientos de objetos y basura del estrambótico capitán al jardín de los Lanlaire aparecen en la novela (también lo incluirá Buñuel), el tono adquiere visos casi de slapstick.
En el film se introduce un personaje, Georges (Hurd Hatfield), el hijo enfermo de los Lanlaire, que se extrae de otro de los domicilios donde ha servido Célestine, y que aquí dará pie a un forzadísimo final “feliz”, felicidad que, si hacemos caso a lo que acontece en la obra de Mirbeau, será poco duradera, ya que el joven está enfermo de tuberculosis y tiene los días contados (en la novela, la relación amorosa con la camarera es de lo más incómoda para el lector, por lo explícito de sus intercambios de fluidos).
Por último, Renoir/Meredith convierten a Joseph (el checo Francis Lederer) en un villano puro y duro, por el que Célestine experimenta temor y repugnancia, a pesar de lo cual hay una confusísima situación en la que anuncian a sus amos (interpretados por la gran Judith Anderson y Reginald Owen) su enlace, consiguiendo el cochero que los Lanlaire le den toda su vajilla de plata a cambio de que aleje a Célestine de los brazos de Georges.
Plata que la camarera acabará repartiendo entre los habitantes del pueblo reunidos para celebrar la Fiesta Nacional, momento que se cerrará con el aparente asesinato de Joseph por parte de la masa (como pasaba con Kostylev en Le bas-fonds), ya que Célestine lo denuncia como autor del asesinato de Mauger y del robo de sus ahorros.
Buñuel en cambio, con la ayuda de Jean-Claude Carrière (que inauguraba aquí su fructífera relación con el director aragonés, y que en un detalla muy buñueliano interpreta el papel del cura), se aproxima mucho más a la letra y al espíritu de la novela de Mirbeau. La Célestine de Jeanne Moreau representa mucho mejor la vulgaridad y sexualidad del personaje. También incluyen la violación y asesinato de la niña (crimen que está ilustrado con una de las imágenes más inquietantes y perturbadoras del cine del aragonés: unos caracoles deslizándose viscosamente por las piernas ensangrentadas de la pequeña), y la obsesión de la camarera por desenmascarar a Joseph, aunque, a diferencia de la novela, el vínculo que se establece entre ambos no es el fruto de la atracción que sienta ella por su rudo compañero de trabajo, sino una argucia para poderlo denunciar a la policía.
Por otra parte, Buñuel y Carrière saben dotar al personaje de Joseph (un Georges Géret que da muy bien el tipo) y a la sociedad francesa de la época (en este caso los años treinta) de las características que exponía críticamente Mirbeau en referencia a la Francia de final de siglo, con lo que se establece una inquietante continuidad histórica: Joseph es militante de Action Française, un partido político tradicionalista y monárquico, donde puede defender sus ideas racistas y profundamente antisemitas. El asfixiante ambiente provinciano queda mucho mejor recogida en el film de Buñuel y el final es más fiel a Mirbeau, en el puerto de Cherbourg, con Joseph regentado el café “À l’Armée Française”, mientras una manifestación de Action Française recorre las calles, al grito de “À bas la Republique” y consignas contra Herriot, que fue primer ministro, a las que Joseph añade un siniestro “Vive Chiappe”, en referencia al que fuera prefecto de la policía y amigo de la extrema derecha.
La diferencia es que en Buñuel Célestine, que consigue que la policía detenga a Joseph por el asesinato de Claire, aunque han de dejarlo pronto en libertad por falta de pruebas, no acaba con el cochero en Cherbourg, sino casada con el capitán Mauger (Daniel Ivernel), con lo que en todo caso vemos que la camarera no tiene escrúpulos en ascender socialmente, aunque sea a costa de aceptar el ofrecimiento del viejo capitán retirado, lejos del aparente “happy end” de Renoir.
Si Renoir/Meredith tomaban el personaje de Georges de otra de las casas donde sirvió Célestine, Buñuel/Carrière prefieren ignorarlo y servirse en cambio del personaje de M. Rabour, un fetichista que se deleita viendo a Célestine calzada con unos botines (fetichismo que, a juzgar por sus películas, compartía Buñuel).
Este M. Rabour es aquí el padre del Mme. Monteil (que no Lanlaire), interpretada por Françoise Lugagne, siendo su marido, un hombre frustrado sexualmente (que acabará beneficiándose a la cocinera, Marianne), un excelente Michel Piccoli.
No me alargo más con el film de Buñuel, porque probablemente el año próximo, con motivo de la conmemoración de los cincuenta años de la muerte del aragonés, me anime a un “revisando sus películas”. En todo caso, creo que queda claro que prefiero sin duda el film de Buñuel al de Renoir, para mí uno de los más flojos del francés, y que recomiendo la lectura del libro de Mirbeau, nada sutil, pero tremendamente divertido y ácido.
La semana viene que se despedirá Renoir de Hollywood con The Woman on the Beach, su film norteamericano que más me ha gustado siempre, aunque esta vez ha subido mucho en mi valoración The Southerner.
Aunque he visto las dos en su época en tv, no hace muchos años compré el bluray de la versión de Renoir. (ojo que fue mi primer BD-R), claro que lo compré sin saberlo; al menos me funciona bien.
La película es una rara avis dentro del estilo de Hollywood, una obra muy personal, aunque a mi me pareció algo teatral y siempre dentro de la serie "B", un filme menor, mas alocado o cómico de lo que debería ser, pero bien hecho.
A mi siempre me encantó el trabajo de Paulette Goddard, una mas que talentosa actriz y bellísima señora; da una picardía especial a esta sirvienta, no siendo nunca vulgar ni ordinaria, y sí mas lista de lo que a priori se espera de una chica así.
Sí he de darte la razón, mad dog, en que el final parece algo precipitado, y ese happy end, pues tampoco pega mucho y se ve forzado por las convenciones de la época.
No sé si fue un gran éxito o un fracaso, pero siempre aparece entre los mejores trabajos de su actriz principal.
Desconocía la existencia de esa Memorias de una doncella, de Renoir. La de Buñuel la tengo en BD desde hace tiempo.
La cinta de Renoir fue reconocida por la National board of Review como una de las top-10 de 1946, junto a otras como Los mejores años de nuestra vida (la gran triufnadora ese año en los Oscar, de Wyler), Breve encuentro, Enrique V o Pasión de los fuertes.
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Yo lo siento, porque soy un admirador de Renoir, de ahí este hilo de revisión de su filmografía, pero por muchos premios o reconocimiento que tuviera, me parece un film decepcionante, y eso prescindiendo de la novela de Mirbeau. Si la tengo que juzgar como adaptación del original literario, algo siempre arriesgado, me parece simple y llanamente un mal film, con un final que resulta casi una tomadura de pelo. Y Paulette Godard una Célestine lejos de su referente literario. Muchísimo mejor en este aspecto la Moreau del film de Buñuel.
Sigo con el mal del doblador en este film, notando otra vez que cuando hablan los actores (doblados), se hace el silencio, o por lo menos se baja el volumen del sonido ambiente, y eso me molesta y mucho, siendo la razón principal del descolocamiento con el sureño, en el film que toca, pues más de los mismo, porque juzgo algunas escenas de Goddard sujeto al diálogo acompañando bastante con el lenguaje no verbal algo abrupto, de ahí lo que comenta el amigo Mad con el rollo slapstickero, aunque con el follonero viejito ya ni se disimula esto. A mi dicho personaje no me ha sido tan molesto, aunque parece encocado permanente, es ese punto extra de locura lejos del slapstick, lo que me atrae, por ejemplo el comerse las flores, o tener, como decía mi padre cuando no paraba quieto, "el mal de San Vito".
Me atrae el mayordomo con ese estilo a la familia Adams, tétrico, fantasmal, aséptico de rostro, muy Suizo vaya, también su final a los zombi "devorado" por la horda metomeentodo. El hijo aparecido de la nada, parece un implante para impulsar el film, tiene un papel interesante hasta que llega la peleita con el mayordomo de la familia Adams, y del final mejor no hablar que me caliento, no tan lamentable como el de Fritz Lang en "el ministerio del miedo" (tan abrupto como casi repugnante), pero tiene su (des)mérito.
El papel de la mama, me recuerda un poco a la mala de Rebeca, tiene su punto interesante, así como la friegaplatos que comparte habitación con la camarera prota, muy buena la escena del flirteo con el recadero rechoncho.
Ya con Goddard es otra cosa (seguro que Renoir estuvo gozando, por no decir una guarrada, con la presencia de Godard tan vinculada a su admirado Chaplin), valorándola desde un punto de vista de su doblaje, el personaje me parece poco profundo, con apenas matices, pareciéndome a veces un robot que tiene programado las reacciones de despecho, lloro, rabia entre otras. No me acabo de creer a su personaje, que se puede achacar al exceso de teatralidad, como bien dicen los compañeros, o simplemente lo dejo en stand by por el efecto del doblaje. Claro Jeanne Moreau es mucho Jeanne!!!!, la de Buñuel la vi hace mucho, no la recuerdo demasiado, por ello no la tenía en mis favoritas de tío Luis (si Jess Franco era tío Jess, pues Buñuel se merece mínimo el mismo título), pero tampoco lo era Casablanca y en su segundo visionado se convirtió en un film perfecto!!!. Como bien ha insinuado Mad, y era un director que siempre sale a la palestra cuando nos reunimos el consejo de administración para decidir der nächste, por ello renuncio a su revisionado para dejarlo para el año que viene (Putín mediante) para el ciclo de Buñuel, que por cierto, acabo de recibir bien calentita de amazon it un título más del mejor director español de siempre, junto a Berlanga of course!!!!: Subida al cielo, en una colección de este editada en Italia, evidentemente con audio en castellano, eso si en DVD pero a un precio rozando lo gratuito: 1,19e, que dado mi vecindad con el país que no estará en el próximo mundial de futbol, no me cobran gastos de envío pasando de los 29e.. Veo que a día de hoy subió algo habiendo un surtido interesante de 1,99e.Spoiler:Spoiler:
Dicho esto, vuelvo a dejar un poco en Stand by la valoración total del film, aunque a pesar del mal del doblaje y el de San Vito del colega, me ha divertido un poco más que el anterior film de Renoir, también dejado en stand by.
Me olvidé decir que hay otro remake del film, hecho en 2015, realizado por Benoit Jacquot y como camarera la siempre sugerente Lea Seydoux.
Sí, lo vi en imdb, pero no he visto (todavía) esta de Jacquot. Sobre el papel, la Seydoux da bastante el tipo de Célestine. Me la apunto en la lista de "a ver", y si lo hago, la comentaré en este o en el otro rincón.
Se que soy injusto con ella, porque sigue apareciendo en películas interesantes o importantes, como la última Bond, pero a Seydoux la asocio en seguida con La vida de Adele. Me marcó aquel papel.
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Última edición por hannaben; 28/03/2022 a las 13:49
Pues acabo de ver que "En el estanque dorado" te tocó la patata sentimentalmente, así que "La vida de Adele" .... pues nu sé No he visto dicho film, la de "Adele", aclaro, aunque sé por dónde van los tiros. En cualquier caso, "Adele" supondría su visionado todo un trauma para el niño de Kramer contra Kramer.... otro trauma más, no me extrañaría que hubiese dejado el cine tras eso
En cuanto a escenas eróticas (y lo que viene lo pongo a continuación en spoiler porque es off-topic y como prácticamente estoy hablando conmigo mismo, confío en que nadie entre a ver su contenido.... jurádmelo....)
Spoiler:
Ya que tengo las biografías tanto de Joan Bennett como de Robert Ryan, cuya carga de erotismo subliminal al menos doy por garantizada, subiré anotaciones sobre el film de Renoir pertenecientes a ambos libros. Y veré el film en un par de semanas a mucho tardar.
Última edición por Otto+; 31/03/2022 a las 22:50
29. Una mujer en la playa (The Woman on the Beach, 1947)
The Woman on the Beach, último film que Renoir rueda en Hollywood, es un film extraño, tanto en su argumento, con claras connotaciones oníricas, próxima en algunos aspectos al surrealismo, como en su producción, muy accidentada (al parecer, la mala acogida en los preestrenos hizo que RKO forzara a Renoir a introducir cortes y volver a filmar varias escenas, de ahí probablemente lo reducido de su metraje, de solo 71 minutos). La película está basada en la novela “None So Blind”, de Mitchell Wilson, con guion del propio Renoir y Frank Davis y adaptación de Michael Hogan, y, para la ocasión, en otro cruce con Lang, se contó con Hanns Eisler (que, recordemos, fue el autor de la música de Hagmen Also Die!) como compositor de una rica banda sonora, llena de matices. La atractiva fotografía la firman Leo Tover (que ese mismo año participó en un film de John Cromwell del que hablaremos en el hilo de Bogart, Dead Reckoning) y Harry J. Wild (que años después sería el responsable de la fotografía de la hawksiana Gentlement Prefer Blondes).
Renoir vuelve a rodar para la RKO (como ya hizo en This Land is Mine), con un reparto de peso: Robert Ryan, como el traumatizado teniente Scott, de la Guardia Costera; Joan Bennett (nueva coincidencia con el universo Lang), como la bella y misteriosa Peggy, esposa del famoso pintor Tod Butler (Charles Bickford), cegado como resultado de una violenta disputa con su mujer.
Scott sufre frecuentes pesadillas en las que rememora el hundimiento de un barco, una consecuencia de lo que ahora denominaríamos un trastorno por estrés postraumático (TEPT). Renoir filma esos sueños de una manera que nos recuerda algunas de sus primeras películas, en especial La fille de l’eau.
Pero incluso durante la vigilia todo lo que rodea a Scott tiene algo de fantasmagórico, de ensoñación: el brumoso y lluvioso paisaje costero, que recorre habitualmente a lomos de un caballo; el viejo cascarón de un barco naufragado, donde encontrará por primera vez a Peggy, y será su lugar secreto de reunión;
la solitaria casa donde habitan los Butler; la mirada perdida de Tod y sus enigmáticos cuadros (que, lamentablemente, nunca llegamos a ver, en especial ese en el que se dice que aparece Peggy desnuda
), etc.
Aunque Scott mantiene un noviazgo dentro de lo convencional con Eve (Nan Leslie, que encarna también la muchacha que aparece en sus sueños en el fondo del mar), que trabaja en una industria de construcción y reparación de naves, pronto se verá atraído por Peggy, con la que iniciará una relación amorosa bajo la “mirada” atenta de Tod, que sospecha del engaño, una muestra más de que se trata de un matrimonio que subsiste entre rencores y desconfianzas, en un clima asfixiante. Tod ha perdido la capacidad de pintar por culpa de Peggy, lo que probablemente ha incrementado su tendencia a maltratar a su esposa. Entre los dos, Scott oscila entre una cierta admiración por Tod y el deseo que siente por Peggy. Pero el respeto por Tod se resiente de sus dudas sobre si el pintor finge o no su ceguera, si es una trampa para mantener atrapada a Peggy, de ahí que lo ponga a prueba dejándolo solo al borde de un precipicio, provocando la caída del ciego, que, milagrosamente, se salda solo con algunos rasguños.
La tensión creciente entre los dos rivales culmina en una escena catártica en que salen a pescar a bordo de una frágil barca en plena tormenta. Se pelean y ambos caen al agua, pero son rescatados con vida. Tod, amargado y consciente de los deseos de su mujer de ser libre, de no continuar atada a ese retiro del mundo en el que se ha sumido su marido, quema los cuadros, que se ha negado siempre a vender, y por extensión la casa, como una forma de de ruptura de ambos con su pasado. Al final vemos marido y mujer se funden en un abrazo. ¿Se quedará Peggy con Tod? ¿Lo abandonará y se unirá con Scott? ¿Volverá este con Eve? Muchos interrogantes quedan flotando en la mente del espectador después del “The End” final.
Desde luego, no se trata de un film convencional, aunque ese recurso a lo onírico, a la ensoñación, a lo fantasmal, está muy presente en el cine de la época (desde Rebecca a Portrait of Jennie pasando por The Ghost and Mrs Muir), aunque quizá esto aquí todo expuesto con una mayor sequedad, alejada de todo romanticismo. ¿Es The Woman on the Beach la mejor película de Renoir rodada en Hollywood? Estaría inclinado a decir que sí, aunque esta vez la revisión de The Southerner me ha satisfecho notablemente.
La próxima semana cambiamos de continente: dejamos América para recalar en Asia, concretamente en la India, donde Renoir filmó un film extraordinario, The River, estrenado cuatro años después, en 1951.
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