La idea que se desarrolla a lo largo de la película es la del sexo como evidencia de nuestra mortalidad. Con el descubrimiento de su sexualidad, el ser humano toma conciencia de la condición limitada de su existencia, se pierde la inocencia de la niñez y toma posesión del sentimiento trágico y agónico de la vida. Todo el argumento de la película es un símil de esta idea, pudiendo encontrarse también cierto paralelismo con el relato bíblico de la expulsión del paraíso. En toda esta alegoría tomarán un gran peso simbólico la representación de las distintas etapas de la vida, estando los adolescentes protagonistas en el estadio intermedio entre la inocencia de la niñez y la responsabilidad creadora de la adultez.
spoiler:
Las palabras que al final pronuncia Yara en el hospital, parecen confirmar esta interpretación (palabras que además, curiosamente, son leídas en un eBook con forma de concha, claro símbolo sexual): “La más terrible agonía no son las heridas mismas, sino el saber con seguridad que en una hora, o en diez minutos, o en medio minuto, ahora, en este mismo instante, tu alma dejará tu cuerpo, y ya no serás una persona”. En definitiva, lo que persigue a los protagonistas no es más que el sentimiento trágico y agónico que viene con el descubrimiento de la finitud de su existencia.
Los padres, pues, cumplirían el papel de “Creadores”. El hecho de que no intervengan en la acción de la película, mientras, a su vez, son constantemente referidos por sus hijos, no parece casualidad o capricho, pudiendo simbolizar esa presencia casi fantasmagórica suya el abandono de Adán y Eva por parte de su Creador. Los hijos, tras vivir en la edad de la inocencia, son expulsados de ese paraíso por sus padres, abandonados, arrojados a un mundo en el que tienen que hacerse absolutamente responsables de ellos mismos y cargar con su mortalidad. El sexo, no es más que el símbolo de ese pecado original, del conocimiento prohibido (recuérdese de nuevo el eBook “freudiano”). Referencia a la mítica expulsión del paraíso parecen ser las palabras de Yara al relatar que cuando eran niños sus padres les prohibían ir al sur, “donde acaban los suburbios y comienza la ciudad”. Esta prohibición puede recordar a la advertencia que Dios hizo a los primeros padres sobre comer del árbol de la Ciencia.
Los niños, por su parte, son la representación de la inocencia. Recuerde el lector que cuando Jay y Hugh están esperando en la cola del cine jugando a un intercambio de personalidades, el chico confiesa que le gustaría cambiarse por un niño. Mientras él ya conoce el misterio de su mortalidad, el niño permanece ignorante y feliz, mientras sus padres velan por él. Pero los niños finalmente, pierden la inocencia, descubren el sexo: tenemos los ejemplos en la película de los niños que espían a Jay en la piscina, y el relato de la infancia de Jay y Paul cuando descubrieron unas revistas porno.
Con la pérdida de esa inocencia viene el sentimiento agónico de la vida: la apariencia de cárcel o manicomio que tiene el edificio de la piscina, las películas de terror que se ven en la televisión, así como las múltiples referencias veladas al suicidio (los aparatos eléctricos al lado de la piscina, las briznas de hierba sobre el muslo de Jay y su tatuaje de la muñeca que parecen simular cortes) parecen ser reflejo de esta angustia existencial.
Pero al final, la adolescencia pasa y se llega a la madurez, que es la aceptación de la nuestra condición trágica, y esto es lo que se refleja en el final de la película. La escena después de que Jay y Paul se acuesten, resulta muy sugestiva en este sentido: mientras Jay yace bocabajo en la cama, la mano sin rostro de la madre le acaricia la espalda mientras la chica mira fijamente una fotografía familiar, por lo que parece entenderse que la madre le ha pasado el testigo a su hija.
Para rematar esta idea, tenemos la escena en la que Paul y Jay pasean cogidos de la mano por su vecindario. Se puede observar como alguien les persigue, pero ya ninguno de los dos corre. Ellos ya han alcanzado la adultez, ya han aceptado su mortalidad y juegan el papel de creadores. Se oyen niños jugando…se acaba la película.
Como se puede ver, lejos de ser una simple película de género, It follows desarrolla una simbología compleja que oculta una reflexión existencialista sobre el miedo a la mortalidad, convirtiéndose en una película muy recomendable para los que buscan en una película algo más que simple entretenimiento.
Estamos ante la inauguración de un nuevo subgénero: el terror existencialista.