Esa es una de las cosas que más me sorprendió. Puede parecer electrónica, pero la inmensa mayoría de la música terrorífica son cacofonías, disonancias, y atonalidad orquestal. Bien por Wallfisch por trasladar patrones de la música de concierto contemporánea, inteligentemente aplicados, al cine.
Da gusto ver trabajos complejos y elaborados que se salen de la norma.
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