Está muy bien. El obvio comentario sobre las adicciones, retos virales e imbecilidad de rebaño de la generación Z encuentra acomodo en un aparato formal estimable (algún manierismo puntual desnortado, también en montaje, al margen), desde un crescendo atmosférico bastante incómodo y por ello acertadísimo. Su discurso sobre la depresión es bastante más lúcido. Algunas resoluciones son pedestres y según qué interpretaciones de personajes pivotales podrían ser mejores pero es cruda, implacable y además cierra con un par. Me vale de sobras.