Hay ocasiones en las cuales un éxito sobrepasa las expectativas, y los responsables creen sentir detrás un cierto halo divino. Otras, cuando esto ocurre en un entorno decididamente mainstream, se cree haber dado con la fórmula secreta. Y, por tanto, con toda coherencia, se perpetúa. Se vuelve a aplicar.
El problema viene cuando ese éxito, y ese verse sobrepasados, sucede sin querer; no por ejercer una determinada opción que bien pudo haber salido mal, sino porque -sin pretenderlo- salió un producto redondo; o, en su caso, el mercado y sus fluctuaciones lo han querido así.
“Frozen” era un producto redondo, con una historia divertida, entretenida, personajes carismáticos, bien definidos, dejando espacio para que cada espectador/a pudiese desear ser uno de ellos y dispusiese de opciones suficientes; toques cómicos divertidos pero fruto de una personalidad, sin caer en lo impostado; una trama con encanto y fácilmente entendible, que oscilaba con inteligencia entre el calor de un clásico y la suficiente renovación que impide cualquier sensación de deja vu; una factura absolutamente cuidada, y, por qué no decirlo, canciones apabullantes capaces de pegarse al público como hacía mucho tiempo que no se conseguía en un cine.
“Frozen 2” comete dos errores. Primero, pretender repetir miméticamente esta fórmula sin haber entendido qué la separaba de unos resultados completamente distintos. Segundo, al albor de un éxito monumental, creer que cualquier cosa bajo ese mismo sello sería buena y volvería loco a todo el mundo.
Lo cual nos lleva a sopesar la idea de que a sus autores la primera vez les salió sin querer.
“Frozen 2” no tiene guión. Es un frankestein donde, partiendo de los personajes originales, y sin capacidad para darles recorrido o evolución alguna, ni en sus matices, se intenta introducir con calzador una historia que desde el principio parece acartonada, una reunión forzada de cosas que han ido extrayendo de diferentes lugares, puesta ahí por su funcionalidad, y porque hace falta en el mecanismo del producto, pero no por motivos narrativos. Todo ello se adereza con subtramas tópicas y sin encanto, argucias propias de un telefilm romántico de media tarde, y una inmensa sensación de que lo que se hace, y lo que ocurre, se hace y ocurre porque tenía que hacerse algo. Y ocurrir algo. Porque la película sigue en marcha, y hay que cumplir el planteamiento acordado desembocando en nudo y desenlace.
Su incapacidad para reciclarse queda evidente cuando se vuelve sobre la historia de sus padres, de manera tan evidente, artificial, y subrayada, que parece salida de un meeting de guionistas donde se votó qué se podría reciclar de la primera. Sin tiempo siquiera a digerir nada; exhibiendo los elementos de la paella para que sepas que están haciendo una paella.
Y he ahí su máximo error: no se ha pensado en términos narrativos, sino exhibicionistas; esto es Frozen, queremos que sepas que es Frozen, queremos que reconozcas Frozen, pero no queremos hacer un film Frozen.
Reconocer, he ahí a lo que fueron los niños al cine, y he ahí lo que les ofrecieron.
Un acto social para ir a reconocer un éxito añejo, cual revival, al igual que tantas otras películas Disney donde se hicieron segundas y terceras partes para aprovechar el filón. Porque, los personajes, y el contexto narrativo, aquí en vez de ser elementos y causas para entrar en un mundo, son sólo peones. Son sólo ese filón.
La película es tan torpe a nivel narrativo, y por momentos tan burda en el desarrollo de la trama, que a uno le hace pensar cómo en una empresa tan grande le dejaron hacer algo así a los autores sin pararlos antes. Pero he ahí la cuestión de los éxitos inesperados mainstream que mencionamos antes: les dieron un cheque en blanco pensando que ellos sabían la fórmula.
No la sabían. Les salió. Y no han sido capaces de repetirla, por mucho que lo han intentando.
En este caso con la mala suerte de que, incluso las canciones resultan impostadas, excesivas, sin alma; fruto de una producción musical ramplona y mecánica. Únicamente efectistas. Al salir no se le habían pegado a nadie.
Esa va a ser su paradoja. Como producto con un público potencial inmenso, y enormemente fiel, situada en una maquinaria que hoy domina el mercado, “Frozen 2”va a obtener una taquilla histórica. Pero el espectador medio, probablemente, va a seguir pensando en Frozen, la primera; y en ésta, como otro capítulo adicional hecho con menos medios para Disney Channel y su publicación en DVD.