Die Spinnen 1. Teil: Der goldene See (1919)
Como Alcaudón, as usual, ya nos ha proporcionado una minuciosa y detallada descripción del argumento de la primera entrega de Die Spinnen, profusamente ilustrada, me voy a centrar en aspectos que me resultan especialmente sugerentes, evocadores o interesantes del film de Lang.
- Las “aventis”: la película de Lang me trae a la memoria aquella época de la infancia en que los niños (y supongo que las niñas, pero hasta los 14 años no tuve compañeras de clase en la escuela) nos contábamos aventuras, “aventis”, en la hora del recreo. Se trataba de desarrollar un hilo argumental, a poder ser trepidante, vertiginoso, lleno de giros inesperados, sin pararse a pensar en la verosimilitud ni en la lógica, aunque, eso sí, era exigible la coherencia interna del relato. La inspiración procedía entonces de diversas fuentes, el cine (programas dobles en cine de barrio), la televisión (en singular), algún cuento, y, por encima de todo, los tebeos, que es como llamábamos entonces a los cómics. En mi caso, sobre todo los salidos de la fértil imaginación de Víctor Mora (cuyo nom de plume, un tanto burlón, era Víctor Alcázar). Me refiero a las aventuras de El Capitán Trueno, El Jabato o El Cosaco Verde, que luego vertíamos también en nuestros juegos infantiles, con nuestros soldaditos de goma o de plástico (lejos de los muñecos articulados de generaciones futuras). Por eso, que Kay Hoog se embarque en un inverosímil viaje en globo desde un punto indeterminado del sur de México rumbo a unas tierras ignotas del Perú (situadas sobre el meridiano 75 oeste), donde habitan unos descendientes de los antiguos incas (que, todo sea dicho, a mí me recuerdan más a los aztecas o a los mayas), no solo no me expulsa de la narración, sino todo lo contrario, me permite dejar volar la imaginación. También viajaba el Capitán Trueno y sus amigos con globo, y visitaban países lejanos. Da igual que, mediante una brutal elipsis temporal, pasen de las tierras mexicanas a su destino en un plis plas. O que sus perseguidores, un abigarrado grupo de mercenarios contratados por Lio Sha, capitana de la sociedad secreta de Las Arañas, se planten allí a lomos de caballo o de mula en el mismo lapso tiempo. Se trata de un juego narrativo. ¡Pues juguemos! Ya lo comentamos en su día, el material con el que construía Lang estos primeros films es, en muchas ocasiones, pura pulp fiction, que remite a Karl May, a Edgar Wallace, a Verne o, en este caso, muy en especial, a Henry Rider Haggard y sus novelas sobre civilizaciones perdidas, como “Las minas del rey Salomón” o “She”.
- Los personajes: Como corresponde a este tipo de narraciones, los protagonistas, héroes o villanos, son personajes de una sola pieza. Kay Hoog (Carl de Vogt) es el aventurero por antonomasia, que gusta de la aventura por el mero placer de vivirla.
Cuando recupera casualmente una botella que flota en el mar, cuyo contenido es un mensaje, escrito con sangre por un profesor universitario desaparecido hace seis años, según nos informa un intertítulo, su decisión de ir a su rescate no parece obedecer ni a la codicia de hacerse con un tesoro, ese que yace al parecer en el Lago de Oro del título (der goldene See), ni a la voluntad de rescatar al prisionero de los incas. Más bien, como queda demostrado después, eso son meras excusas para el viaje. Una vez localizada la antigua civilización, el destino de profesor Johnson no parece importarle un comino. No es un Indiana Jones a la búsqueda de un objeto concreto, no es un arqueólogo aventurero, sino un mero diletante, que parece dedicar su fortuna (cuyo origen desconocemos) a experimentar en propia carne vivencias al límite (una especie de Richard Branson avant la lettre).
Su némesis es Lio Sha (la tirolesa Ressel Orla, que fue la protagonista en el film de debut de Lang, la mestiza Juanita de Halbblut), una aguerrida integrante de la sociedad secreta de Las Arañas, que no dudará en lanzarse también a la aventura tras los pasos de Hoog. Aunque en su caso parece atraída por el oro de los incas (con el cual Las Arañas podrán continuar expandiéndose en su deseo de controlar el mundo), me inclino a pensar que en buena medida lo hace también picada por el mismo gusanillo que Hoog. De ahí la atracción amorosa que sentirá por su rival, aumentada cuando este la salve del sacrificio ritual al que estaba destinada durante la Fiesta del Sol. Su mirada a cámara cuando no consigue ver el contenido del mensaje rescatado del mar durante la recepción de la alta sociedad en San Francisco es impagable. Como su odio vengativo al final del film. Como una desdeñada Sha le dice a Koog, el amor rechazado se convierte en odio.
La tercera protagonista es la sacerdotisa Naela (Lil Dagover, la Jane Olsen de Das Cabinet des Dr. Caligari, nombre que utilizaba una añorada compañera de foro). Es quizá el menos atractivo de los tres, no solo por lo absurdo de su aparente dominio de la lengua de Hoog, o por ese amor fulgurante, sino porque carece de las aristas, siempre agradecidas, de Lio Sha. Es desde el primer momento una víctima, primero del ataque de una serpiente; después de las tradiciones de su pueblo, y en particular del que parece su padre, que la obliga a matar a Sha en sacrificio; y, finalmente, de la venganza de la misma Sha.
El resto de personajes es poco relevante, casi mero atrezo, en especial uno que parece al inicio que debería tener más juego, el Dr. Telphas (Georg John), aunque destacaría la breve pero inolvidable aparición inicial del profesor Johnson.
- Los decorados: El cine mudo de Lang tiende a la ornamentación extrema. Aunque Die Spinnen es todavía una muestra primeriza, la recreación del mundo perdido de los incas es de una gran belleza, dentro de su sencillez (nuevamente, esas maquetas que se nos muestran desde el aire de una especie de pirámides escalonadas recuerdan más a los mayas que a los incas). En alguna copia del film, un rótulo destaca el trabajo de Heinrich Umlauff, aunque también participó en el diseño de producción un colaborador habitual de Lang, al que veremos acompañarlo en casi todas sus películas mudas: Otto Hunte (responsable también del diseño de producción de la infamante Jud Süß, de Veit Harlan, junto a otro estrecho colaborador de Lang, Karl Vollbrecht).
En el apartado de diseño artístico cabe resaltar una serie de aspectos comunes a los films de Lang (y, en general, a esa narrativa serializada, literaria o cinematográfica, de la época): el sótano acorazado donde se reúnen Las Arañas; los artilugios que utiliza Lio Sha para “espiar” la reunión de sus jefes, a la que no puede acceder (¿por ser mujer? ¿cómo en Japón?); la cueva donde está escondido el tesoro; ese mundo de laberintos, pasadizos, puertas secretas, que tanto gustaba a Lang, y que al que recurrirá incluso en su última película, ya en los 60, Die 1000 Augen des Dr. Mabuse, de forma más exacerbada que nunca.
A destacar el trabajo fotográfico de Emil Schünemann, con un variado repertorio de planos, que van desde los primeros planos a los planos generales, con lo que consigue dotar a la película de un notable ritmo. También participó Karl Freund, aunque hay dudas si solo lo hizo en la segunda entrega.
- Los grandes momentos: Acabo eligiendo algunos de los mejores momentos del film. Me parece excelente el arranque, con esa visualización del profesor Johnson lanzando el mensaje al mar, antes de caer abatido por una flecha; el misterio que desprende el ataque nocturno de los esbirros de Las Arañas; la lucha final en el templo de los incas, preludio de la espectacular batalla de la segunda parte de Die Nibelungen, en el reino de Attila; y, muy en especial, el segmento final, de retorno a San Francisco, donde Sha lleva a cabo su venganza, más por despecho que por la negativa de Hoog de devolver el documento sobre el “Brillantenschiff”. El plano de Hoog junto a la asesinada Naela es de una belleza conmovedora.
Nos quedamos con ganas de seguir viviendo las aventuras de Hoog contra Las Arañas. Pero, en medio, nos espera la bien conocida historia del suicidio de la joven japonesa O-Take-San (de nuevo Lil Dagover), “casada” con un europeo, inmortalizada en forma de ópera por Puccini en “Madama Butterfly”. Después volveremos a Die Spinnen, con la segunda entrega. Desgraciadamente, se quedaron sin filmar las dos siguientes entregas: “Das Geheimnis der Sphinx” y “Um Asiens Kaiserkrone”.