Coincidiendo con que nuestro vinícola favorito cumple hoy 81 años, he aprovechado para revisionar Tucker.
La verdad es que esta cinta debería reivindicarse más, es todo un goce de puesta en escena.
Esos naranjas de Storaro, ese montaje dinámico, los movimientos de cámara (aquí Coppola parece querer acercarse más a De Palma o Spielberg)...
Es cierto que pueda pecar de cierta ligereza y que no explote la mala baba que podría dar de sí. Se dice que Lucas apretó con tal de hacerla más accesible aunque no lo veo tan claro.
Al fin y al cabo, está más cerca de Capra que de Lumet. El mismo Coppola llegó a ofrecersela a Capra, el cual la rechazó afirmando que Tucker no tenía nada que ver con sus personajes
Un ejercicio parecido al que hizo Spielberg con Lean y su Imperio del Sol, con los mismos resultados.
Y es que Tucker tiene ese tono más cercano a Spielberg, donde apenas hay grises. Coppola es muy benévolo con él, pese a que explota a su gente pero siempre bajo ese paraguas familiar que tantas connotaciones biográficas ha dado.
Aquí queda claro quienes son los malos, se critica a las grandes empresas y sus métodos para aplastar al emprendedor, pero es el sistema el que siempre funciona y nunca acaba corrompido
La película nos inyecta esa ilusión que proyecta Tucker, un Jeff Bridges estupendo como siempre, además de un genial Landau, que pese a tener un papel tan pequeño, desborda una humanidad y un saber hacer que ya quisieran muchos.
Y, una vez más, ese anamórfico