Por primera vez desde hace mucho tiempo voy a hacer un comentario en tiempo real, o sea, usando la caja de texto sin haber escrito previamente el mismo en Word. Por lo mismo las capturas (pocas) serán instantáneas. Espero que no me falle la conexión y se me vaya todo el trabajo al garate.
Procedamos aunque ya advierto que será un texto breve no porque no me haya gustado la película, todo lo contrario, sino porque me cuesta más afrontar cintas no norteamericanas (salvo las de cine fantástico), las cuales han sido desde siempre el sustrato básico de mi condición cinéfila.
Pero, allá vamos.
I VITELLONI (1953, LOS INÚTILES)
Como bien indica el rótulo, una coproducción italo-francesa.
Lo primero me gustaría indicar que dado que tanto en el cine italiano como en el español de la época (y al contrario de lo que sucedía en los EUA) no se rodaba con sonido en directo los rodajes debían ser a veces más apasionantes que las propias películas, una auténtica Torre de Babel y donde sería harto difícil para los actores concentrarse en sus papeles dado el brutal ruido imperante durante los mismos. De hecho, la espléndida escena del carnaval debió ser todo un acontecimiento.
Ello provocaba la peculiaridad de que en muchas ocasiones no coincidía para nada lo que los actores recitaban (habría que ser un intérprete de signos para poder apreciarlo en toda su dimensión) con las voces de los dobladores que en muchas ocasiones ni siquiera correspondían a la de los propios artistas.
Claro que también permitía al director poder rehacer una película completamente en post-producción sin tener que hacer nuevas tomas.
Otra cosa que me gustaría destacar es la hermosa banda sonora de Nino Rota que impregna toda la película y que es uno de los grandes alicientes de la película dado que mezcla a la perfección la música festiva con la más profundamente romántica y también con esos toques de melancolía (profunda melancolía) que Fellini deja caer con acierto a lo largo de todo el metraje.
Ese grupo de inútiles (o más bien vagos) formado por Alberto, Fausto, Leopoldo, Moraldo y Riccardo (más un sexto componente al que sólo atisbamos fugazmente y que hace de narrador omniscente) y que están interpretados por actores que, en su mayor parte, se llaman de la misma forma (Alberto Sordi, Franco Fabrizi, Leopoldo Trieste, Franco Interlenghi y Riccardo Fellini)
es ciertamente peculiar dado que a pesar de ser adultos (se entiende que en la treintena aunque ahora nos parecen incluso mayores) se siguen comportando como niños.
Los personajes principales del relato, Alberto, Fausto y Moraldo, tienen una dependencia económica y/o emocional de sus familias (madre, padre y padre/madre) y son incapaces de salir del agujero en el que ellos mismos se han metido aunque nunca sabremos si su actitud es simple y pura vagancia o por la difícil situación económica en la que quedó el país tras la Segunda Guerra Mundial (aunque yo me inclinaría más por la primera opción).
Uno de los peros que yo le pongo a la película y que me impide considerarla una película redonda es que los otros dos inútiles, Riccardo y Leopoldo, especialmente el primero apenas están esbozados, aunque este último protagoniza una de las escenas más terroríficas cuando se encuentra a solas con el anciano actor Sergio Natali (un espléndido Achille Majeroni) que más parece un vampiro que otra cosa (yo diría que hasta tiene un toque al abuelo (Al Lewis) de la mítica serie LA FAMILIA MONSTER (1964-1966)).
Y es que el sexo, en todas sus manifestaciones, me parece uno de los temas centrales de la película. Más incluso que la peripecia vital de los protagonistas.
Veamos.
Alberto, al que aparentemente atraen las mujeres y que tiene una dependencia brutal de su mamma (como buen italiano), en realidad deja ver su verdadera naturaleza en la mencionada escena del carnaval. Y como bien indica el compañero mad dog earle es imposible que Billy Wilder no hubiese visto la película antes de rodar su espléndida CON FALDAS Y A LO LOCO (1959) porque es evidente que la escena del baile es un calco/homenaje a la misma.
Un Alberto Sordi magnífico aunque en mi modestia opinión todos los demás inútiles quedan demasiado subordinados a la peripecia amorosa/vital de Fausto que es el personaje central de la historia.
Fausto, como decía, protagoniza buena parte del metraje de la cinta. Un galán de mediopelo que pese a amar a su inocente y virginal esposa, Sandra (una enternecedora Leonora Ruffo), no puede evitar intentar acostarse con toda mujer que se cruce en su campo de visión.
Ciertamente Fausto es el menos simpático de los cinco protagonistas e incluso ese bigotillo que se deja a lo Clark Gable le hace todavía más irritante.
Riccardo es el único que no tiene una historia propia y hace de mero comparsa de los otros cuatro. Es una pena que pese a contar con hasta tres guionistas (incluido el propio Fellini) no se dedicaran a darle voz propia al personaje y así no dejar un tanto desequilibrada la peripecia de los mismos.
Curiosamente es el único de los personajes que tiene una inclinación sexual "normal" y que no se me malinterprete y por eso pongo lo de normal entre comillas.
Moraldo, el tercer protagonista y hermano de Sandra, es el único de los cinco que parece tener una cierta conciencia acerca de su peripecia vital aunque vive bajo la sombra de Fausto, al que siempre acompaña y al que es incapaz siquiera de regañar por su vil comportamiento con su hermana.
Además Fellini deja intuir una nada velada atracción pedófila entre él y el niño que trabaja en la estación de tren aunque de una forma notablemente delicada.
Es el único de todos los personajes que decide dar un giro de 180º a su vida, abandonando su ciudad natal en busca de algo distinto, algo que ni siquiera él es capaz de explicar al niño cuando éste va a despedirle.
Y será la imagen de éste la que cierre la película. Un toque de simpatía a una cinta ciertamente sombría.
Leopoldo, el escritor, enamorado de su feucha vecina
protagoniza, como decía, la escena más tétrica de toda la película.
Un personaje que es incapaz de aceptar su mediocridad como literato y que cuando conoce al viejo comediante parece encontrar en él alguien distinto de sus zafios compañeros de francachela, alguien con quien hablar de cosas más serias, como su gran pasión, la literatura.
Fellini acopla perfectamente la sordidez del ambiente portuario, el viento que no hace sino arreciar y la incredulidad (y el espanto) cuando se da cuenta de las verdaderas intenciones (perfectamente lícitas, por otra parte) del anciano. De hecho, esta magnífica escena tiene una textura del fantástico que está todavía un tanto lejano en el tiempo (léase LA MÁSCARA DEL DEMONIO (1960) de Mario Bava y cintas contemporáneas).
Como ya indicaba, la película no tiene un final feliz para ninguno de los inútiles.
Alberto, ha perdido a su querida hermana (y que además le mantenía económicamente).
Fausto, aunque entrado en razón seguramente volverá pronto a las andadas.
De Riccardo no podemos decir gran cosa pero intuimos que no le irá mejor que sus amigos.
Moraldo, tiene un futuro incierto por delante y no parece tener el carácter necesario para cambiar drásticamente su profunda melancolía.
Leopoldo, volverá a su rutinaria vida pero sin la capacidad de poder expresar ese talento que él dice poseer pero que nadie más que él comparte.
En definitiva, una excelente película aunque descompensada por el diferente tratamiento que reciben esos cinco inútiles, notablemente melancólica y que goza de una espléndida banda sonora.
Y una extraordinaria idea como ya apuntaba mad dog earle cuando Fellini acompasa la marcha del tren en el que viaja Moraldo, con la visión de sus compañeros mientras duermen.
Y una película que sentó escuela como podemos apreciar si vemos la igualmente espléndida CALLE MAYOR (1956) de Bardem (las famosas tres B del cine español: Bardem/Berlanga/Buñuel).
Feliz tarde y cuidaros, queridos compañeros.