Toda esta vaina se ha convertido en un vodevil. Hay que tener muy pocas luces para estar en la farándula y soltar lo que ha soltado Karla Sofía. Y Garci se ha metido en un charco complemente innecesario (por mucho que el programa de radio en el que interviene actualmente parezca una charla pastosa y aleatoria entre señores mayores en una tasca de barrio).
Dicho lo cual, toda esta polémica y este ruido ni me van ni me vienen y demuestran, una vez más, que estar nominado al Oscar conlleva más problemas que parabienes.
Emilia Pérez, la cinta que nos ocupa y que ya no recuerda nadie, me parece una película espléndida, y me lo seguirá pareciendo en el futuro, salvo caída del caballo a lo Pablo de Tarso.
A quién debe afectar este sainete es, fundamentalmente, a Saldaña, que ve peligrar un eunuco dorado que ya se daba por seguro (Gascón nunca ha tenido realmente opciones). A Audiard, que también ha dado la nota a su manera, no creo que le importe mucho el premio, con la trayectoria que tiene (ya ganó en Cannes, lo cual es la cima para un autor y más si es francés).
Dicho lo cual, lo único que se demuestra con el asunto es que los humanos somos seres vivos profundamente imperfectos, independientemente de nuestro género o sexo.