Fugitivos del terror rojo * ("Man on a Tightrope") -1953-
Con Fredric March, Gloria Grahame, Terry Moore, Adolph Menjou, Cameron Mitchell, Richard Boone...
* Espantoso título, aunque gustaría en la época franquista -si es que se estreno por estos lares...
Nunca he sido un gran aficionado al circo y al mundo de los payasos (exceptuando a Miliki y compañía) y no estoy muy seguro por qué, supongo que porque tenía otras aficiones o mi imaginación iba por otros tiros pese a que me guste el film de los Marx en ese mundillo y, ya puestos, Candilejas sea una maravilla. Esta entrada en la filmografía de Kazan viene precedida de la espectacular cosecha ganada por Cecil B. De Mille el año anterior, pero no tienen absolutamente nada que ver el uno con el otro. Otra cosa es que Kazan viera en ese mundo del espectáculo su cara menos luminosa y que se adaptara perfectamente en su idiosancrasia a lo que fue Hollywood para él rememorando tiempos aún recientes, un lugar también lleno de sombras y de gente escurridiza, anónima, ambiciosa, con pocos escrúpulos y de doble vida con los que se ha de convivir. Porque la vida en el circo Cernik es en sí misma multinacional, una familia bastante disfuncional a la que encima el tiempo ha tratado mal y que recoge almas en pena sin hacer grandes preguntas.
El punto de partida resulta de indudable interés en su prospección, más aún si el film está revestido de un look neorrealista que irremediablemente lo acerca más a sensibilidades europeas que a norteamericanas (todavía en la primera mitad de los años 60' se producen en Italia films en blanco y negro torturados psicológicamente sobre los estragos de la Segunda Guerra Mundial o la posguerra). Kazan saldará cuentas consigo mismo con menor estridencias, mesianismo y subrayado que en Viva Zapata!, lo que es de agradecer; y, en general, el elenco de actores aquí reunido supera en éxito al mostrado en el film del líder mejicano.
Cómo ya sabéis de qué va el film y como transcurre hasta sus últimas consecuencias, básicamente me limitaré a recordar algunas cuestiones técnicas y mi valoración personal. En el aspecto técnico, destaca por un lado innegablemente la cruda fotografía del alemán Georg Krause, que luego "retomará" en Senderos de Gloria; el diseño de producción y la banda sonora, muy escueta y que aparece en momentos más liberadores y optimistas, en agreste naturaleza idílica (como el baño en el río y posterior beso entre los personajes de Cameron Mitchell y Terry Moore), que consiste en adaptar la célebre peza del compositor checoslovaco Bedrich Smetana (1824-1884) "El Moldava(precisamente el nombre de un río - el río separa la patria bajo un régimen autoritario de la ansiada libertad como frontera simbolizada en ese diminuto puente que esta vez adquirirá dimensiones colosales).
A Kazan lo noto más entonado en su vieja y fría europa que en el árido México y destaca especialmente en el manejo de la acción en espacios interiores, bastante reducidos, en los que su origen teatral se hace notar y querer. Y más se hace querer con el equipo de intérpretes que lo rodea: un Fredric March titánico, fabuloso en varias secuencias largas del film pero igualmente exultante en otras de apuntes más breves, ejerciendo su profesión o bien vestido con sombrero o como empresario del que dependen tantas vidas, padre en dificultades, o marido aparentemente cornudo.
E hijo también... ¡Qué duro es criar a una familia en este ambiente
Fue un enorme intérprete tanto de drama como de comedia
Aquí también se desdobla en una doble vida como en su Jekyll y su Hyde, haciendo de su personaje un hombre en la encrucijada absolutamente creíble y todo un lujo para Kazan y sus exorcismos personales. Su flirteo entre la "hombría" y la lealtad y aparente falta de compromiso con su lado más oculto y vigoroso le queda mejor que el disfraz de payaso, porque es un hombre disfrazado, y es que al igual que para el Brando de Zapata, la misión es lo primordial. Pero sin descuidar a los seres queridos... no mucho.
Tras cierta secuencia antológica con tintes surrealistas - el guión hace gala de pequeños momentos estrambóticamente curiosos de lo más bienvenidos, además - Freddie se nos crece y rejuvenece, estaremos de acuerdo, recordándonos a su Hyde del pre-code. Y luego, una preciosa elipsis que indica que el león y la leona se aparearán como bestias...
Gloria Grahame le sigue con las luces cortas, ojo. Está inspirada. Se puede discutir la evolución de su personaje, pero me siento arropado por la convicción con lo que lo desarrolla cuando aparece en escena. El suyo es un personaje mucho más integrado en el núcleo de la trama que el de Jean Peters en Viva Zapata!, sin ir más lejos; otra pareja que se aprecia vista en perspectiva lejana pero que no encuentra una grieta para reconducir la relación. Sobre todo en la primera mitad del film, su personaje es más rico casi por lo que insinúa y deja entrever (su relación afectiva con el enano, mismamente, en contra de la más superficial e intuitivamente más falsa desde su primer encontronazo con el domador de leones) que por lo que ya muestra abiertamente y sentimentalmente acercándonos ya al desenlace.
Ciertos atajos o truquitos-peajes hollywoodienses acortan una mayor cohesión entre marido y mujer, desequilibrando la balanza a favor de él, pero Grahame aprueba con nota. En manos de otra, su personaje podría haberse ahogado.
En posición Baby Doll.... 3 años antes que Caroll Baker. Primer ensayo.
Desinhibida pero vulnerable en el fondo.
No puedo decir lo mismo de Terry Moore, como hija del protagonista, con cara de cabreo constante y un repertorio expresivo muy corto por mucho que sea una muchacha que ha crecido en un ambiente poco propenso a convertirla en una señorita; se esfuerza pero ante la fauna que puebla este microcosmos, su talento no sirve para elevar a su personaje como sí consigue Grahame. Y cerca está de derribar a su objeto de deseo, un Cameron Mitchell que va de menos a más aunque su personaje se quede en ligero esbozo; como Richard Boone, mejor actor, tiene una presencia física destacable que al menos consigue que, llegada la acción, se vaya poniendo a tono.
La relación entre los más jóvenes es el punto más deshilachado del conjunto de subtramas, y es una pena porque muestra que a espaldas del dueño del circo hay pasiones que él no puede controlar.
La reunión entre Cernik y Barovik, su competidor más acérrimo en el decadente negocio en el que sobreviven, marcará un antes y un después. Imprescindible.
La presencia en la sombra del avispado personaje de Adolph Menjou (un intérprete muy de derechas interpretendo a un afín fiel al regimen comunista (Kazan es un cachondo!), visto en la mencionada "Senderos de gloria") recuerda a la de otro de Viva Zapata!, aquél más tenebroso si cabe y con menos credenciales aparte de "ser la mano que mece la cuna". El destino paralelo que se supone correrá respecto a Cernik, digamos que lo encuentro un recurso de guión estimable pero difuso, político, para reforzar las discordancias que se vive en el régimen con sus consiguientes purgas (Viva Zapata! again) y para enarbolar la disciplina e inteligencia del prófugo del régimen, pues el único que preveía sus movimientos será tambiçen carne de sacrificio. (En general, cuanta más distancia toma este film respecto al de Brando, la superioridad es más palpable, ya lo digo desde aquí). El circo es la alegria aparente; el regimen es el orden imperante aparente igualmente, pero el circo como medio de vida, anónima y sin preguntar de donde vienes lo convierte un pequeño mundo no tan ideal pero si sin fronteras al menos que hace que se expanda.
Menjou observando a la pieza. La del interrogatorio más largo resulta uno de los secuencias que han de quedarse grabadas en la memoria del amigo del cine.
Traiciones y desconfianza pero manifestadas sin tanto discurso latente como en Zapata, sin tanto escaparate ni tanta autoimportancia. A March en una de sus reuniones clandestinas le dicen que es un soñador, como Zapata, solo que el imperio del empresario resulta más grato en su sencillez que el de aquél, excesivo por cansino. Y, desde luego, Cernik no va a ser coronado Jesucristo.
Resulta particularmente emocionante en sus preparativos esa cabalgata a la deriva entre la vida (las ganas de vivir en un supuestamente mundo mejor) y la muerte hasta el punto de llegar por momentos cerca de un retrato berlanguiano "serio" en su último acto. Posee el film una antesala del clímax final bien amarrada.
Un film con momentos realmente notables, un actor en estado de gracia, y que huele a menos naftalina y moho que Viva, Zapata!, a la cuál el paso del tiempo ha ido dejándola acartonada.
Próxima parada: Natalie Wood...