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Visionar en la actualidad LA TIA TULA supone via-
jar en el tiempo e introducirse en una atmósfera asfixiante y castradora,
la de una España sumida en el sopor de la posguerra y ante la cual el artista tenía
que optar por denunciar sin nombrar, retratar sin revelar: protestar silenciosamente.
Esta es una película de grandes silencios a través de
los cuales los protagonistas lo dicen todo. Frente a la verborrea de la novela, los personajes de la peli se
exhiben a través de miradas penetrantes, furtivas, feroces, sensuales,
cohibidas, desafiantes, reprobadoras; miradas que se alargan al ritmo pausado de unos planos-secuencia que permiten a la cámara mostrarnos la más
exacta radiografía de un país a la negra sombra de la Iglesia.
M Picazo realiza una elegante película inspirada, como él mismo indica,
en la novela de Unamuno, de la que rescata sólo lo que le
interesa para retratar una sociedad aletargada de la que Tula es todo un emblema. Una
película que rehúye la reflexión espiritual a favor
de la plasmación de una época y, fundamentalmente, unos valores que aprisionan,
hasta la total autoaniquilación,
Picazo mediante un lenguaje cinematográfico exquisito y sobrio, refleja la contención
en tediosas vidas dentro de un opresivo núcleo familiar
La película empieza con un entierro, campanas de duelo y llantos de pérdida,
y con la imagen de un niño, ejemplo viviente de una infancia robada e
portando una corona de flores que casi le dobla en tamaño.
Ya en los precréditos, en efecto, se establecen todos los temas de la película:
la fuerza de un personaje audente (la difunta Rosa, primera mujer del desnortado
Ramiro, los ritos y atavismos de la sociedad (ejemplificada en las bienin-
tencionadas plañideras que acompañan a la familia en el cortejo fúnebre), la presión
de la casa como prolongación de un ataúd cuya negra oquedad lo domina todo y, en
medio de ello, la impenetrable (nunca mejor dicho) Tula, ocultando su dolor tras la
rígida máscara de fortaleza cristiana y mostrando su ternura sobre unos
niños desolados e indefensos con su frágil padre.
Una
impecable A Batista que, con todo merecimiento, ha sido objeto de encendidos elogios dirigidos a esta peli, actualmente de culto y que en su momento
fue declarada «de interés artístico nacional». Esa Tula, tan expresiva en su
contención, tan enigmática,sugerente.imprevisible?¿
en una de las más logradas interpretaciones del
cine español de todos los tiempos. Hasta llegar a producir
angustia en el espectador, a medida que avanza el argumento: empieza con una Tula enlutada que inmola su vida al cuidado de su cuñado y sobrinos mientras se entretiene con obras de caridad y ñoñas
actividades en un círculo de solteronas a cual más
caricaturesca.
Poco a poco, Tula se convierte en la hembra acosada, hasta el intento de
violación, por el varón en celo que la espía por los rincones de la casa, obligándola
a una lucha que se establece más entre sus instintos y su férreo código moral que
entre la mujer secretamente enamorada?¿ y el atractivo hombre que intenta satisfacer los ocultos deseos de ambos.
Memorable es, su conversación con el
sacerdote, esta sí, directamente heredada de Unamuno, en la que Tula erige ante el
confesor una supuesta vocación de mujer independiente e insumisa que, en el fondo,
oculta su horror al sexo. Y, en uno de los juegos de contrastes que dan a
la película tanto interés, esta misma Tula, que erige su soltería y maternidad no fisiológica, se nos aparece como una sensual
y tentadora mujer que acaricia con esmero sus piernas mientras su cuñado se solaza
semidesnudo en el río, en la que, sin duda, es una de las secuencias más intensas de la película. Pero esta misma Tula vuelve, inmediatamente, a parapetarse en la
armadura de la represión y, literalmente, pierde...cuando su cuñado
desahoga sus instintos con una joven algo corta de luces y se ve obligado a contraer
matrimonio en un desenlace que hace infelices a todos.
Que una actriz sea capaz de interpretar un personaje con tantos
matices, deseos y represiones, y que lo haga con la solvencia que
nos regala plano a plano la gran Aurora, justifica, sin duda, el enorme interés que
tiene esta peli más allá del desolado retrato de la sociedad que muestra.
Una estupenda labor de montaje subraya este mundo por los arbitrarios principios del
bien y el mal, de la tentación y el pecado, de la libre expresión de la espontaneidad
y posterior arrepentimiento. El espectador advierte, precisamente a través de la
sintaxis de las secuencias, cómo el realizador pone de manifiesto la fragilidad de
los personajes ante las imposiciones morales de la época: así ocurre, por ejemplo,el contraste de
la tórrida secuencia del intento de violación por parte de Ramiro con la exagerada puesta en escena,casi hasta la parodia, de la ceremonia de la Primera Comunión
de Tulita, con cuyos inmaculados trajes y rimas sacras pretende la virginal Tula limpiar su hogar.
Este mismo juego se establece también en la sabia elección de
los espacios: la casa familiar se convierte en claustrofóbico lugar de la enfermiza
relación entre Tula y Ramiro, llegando a alcanzar un rango de muda y poderosa
protagonista más.Como prolongación de la casa, cobra gran importancia la ciudad,
innominada pero reconocible espía, desde sus ventanas como ojos de todos los movimientos de los personajes. En clara oposición, aparecen en dos momentos de la película
espacios abiertos: el primero, en una ruidosa y desenvuelta reunión juvenil al aire
libre y el segundo, y más importante, durante la visita de los personajes al campo,
donde se desarrolla la ya mencionada secuencia del río, con toda su carga erótica, y
se decide el desenlace de la película.
La sobria fotografía en blanco y negro, en un negro que, en más de un momento, se nos antoja gris a morir... subrayando el tono de una crítica que no es particularmente
feroz ni agresiva, sino más bien lacónica y de hartazgo asumido.
Lo mismo podríamos decir de la música, sobria y escueta, que aparece sólo
en las escenas importantes de la tortuosa relación entre Ramiro y Tula para reforzar
una intimidad apenas sugerida y que se desvanece como la pasión entre los personajes. En contraste con estos
momentos de intimidad, suena una música rítmica y estridente que refuerza, en la
secuencia de la fiesta juvenil y en la de la estancia de los protagonistas en el campo,la libre expresión del deseo.
Silencios y gritos, lánguidas melodías y sones ruidosos, casas que son cárceles
y campos que son vida, niños que se inhiben como adultos y adultos que se com-
portan como niños, bodas sin amor y amores sin boda…, todo ello en una película
de pocas palabras y densísimo contenido.
Picazo ha logrado construir lo que, sin duda alguna, podemos
considerar una obra maestra: en la adaptación, elección de
actores, puesta en escena,una peli que no hace más que ganar y ganar a cada nuevo visionado.
10//10