Claro Synch, es que la película no desarrolla nada, ni a nivel dramático ni de personajes (que son símbolos; el valor, el sentido del deber, etc...). Quiere hacerte sentir lo que sintieron esos soldados en ese momento. Es su único cometido, transmitirte sus emociones y sensaciones. Es terror puro. Una experiencia sensorial dedicada con empeño y minuciosidad a joderte la vida.
Y cómo tal, es un cumbre. Una joya. Cito fragmentos de la critica de las horas perdidas que enlazó Durden -sin spoilers- porque lo clava (aunque en el caso del redactor no le haya gustado nada)
En Dunkerque vuelve a haber un juego estructural, donde se entremezclan tres historias que ocurren en un mismo lugar pero a escalas temporales y “campos de batalla” distintos: Una historia a pie de playa, durante una semana, siguiendo a unos soldados rasos; otra en el mar, inmersos en un barco civil de los tantos que acuden a rescatar a sus soldados; y otra en el aire, abordo de un caza Spitfire británico. Sin embargo, a diferencia de películas anteriores, Nolan se distancia mucho de sus personajes, más simbólicos que reales, para crear, probablemente, algo más cercano a una experiencia inmersiva y simbólica que una historia de personajes. Esto puede no ser plato del gusto de todos (y me incluyo en ello).
Las tres historias de Dunkerque están configuradas y entrelazadas para potenciar el suspense y acabar convergiendo en un mismo instante. Una forma de resaltar la idea que engloba toda la película, y es la de que el milagro de Dunkerque, que permitió rescatar a cerca de 400.000 soldados británicos que parecían destinados a ser pasto de los alemanes, sólo fue posible gracias a la suma de muchos esfuerzos individuales. Y todo esto a nivel simbólico y como dato funciona muy bien. El inconveniente viene si, como espectadores, buscamos además un vínculo emocional.
A veces, hablar de emociones y personajes parece que significa virar irremediablemente al drama como género. Pero no es así. Nolan, que siempre ha transitado en distintas variantes del thriller, ha sido siempre muy minucioso en la construcción de personajes, en su evolución dramática y en los vínculos que existen entre ellos. Y esta película, que es, según sus propias palabras, un thriller, renuncia deliberadamente a ello.
Más allá de querer mostrar los distintos frentes (terrestre, marino y aéreo) en los que se disputaba ese momento histórico, parece poner el foco en personajes al azar que le interesan a nivel simbólico, no dramático. Todos son representaciones del valor, del sacrificio, del miedo o la incertidumbre como concepto, como ideas inherentes a la guerra. No hay matices particulares, rasgos personales o una evolución. Tampoco encontramos antagonistas en lo que parece una decisión totalmente premeditada de no mostrar un solo soldado nazi en pantalla. De nuevo un concepto, una amenaza apenas reducida a 4 aviones y algo de artillería. Incluso los personajes que tienen más “materia” para agarrarse al corazoncito del espectador acaban sometidos a la idea global del relato antes que a su propio sacrificio personal.
Nolan quería una película en la que se palpara la sensación de estar en el campo de batalla y su logro en ese ámbito es innegable. Sin embargo, si uno le pide algo más a una película de este tipo, una aproximación más humana, lo más probable es que se quede con hambre