A mí nunca me suele gustar el recurso de la voz en off en las películas. Da la impresión de que, o el espectador es tonto, y hay que dárselo todo masticadito, o el director es o bien un pesado, o no sabe contar la historia, que tiene que meterte a un señor dándote información que no te cuenta, o machacando algo que ya estás viendo. O parece que la película está empezando todo el rato. A veces, sin embargo, es casi un recurso necesario. E incluso a veces queda bien, como en Blade Runner (le da un toque de cine negro, aunque la última vez que me vi esta versión no me gustó tanto, se notaba que Harrison Ford no ponía demasiado entusiasmo en aquello que leía).
Lo que pasa es que el Universo Dune (por más que no sea exactamente indescifrable) es muy simbólico y hace referencias a muchas cosas, algunas de ellas incluso que no parece muy bien cuestionar (el consumo de drogas, las relaciones entre el poder y la religión, los problemas derivados de la inteligencia artificial...). Y yo creo que además a esta película le hizo pupa la producción que tuvo y el momento en que se estrenó. Convencida estoy de que mucha gente fue a verla al cine creyendo que iba a ver una nueva entrega de las aventuras de Luke Skywalker y compañía (y el planeta Arrakis recuerda mucho a Tattoine, pero con gusarapos gigantes -en Tattoine también los había, ahora que lo pienso, sólo que ahí no producían polvitos mágicos- y una especie de tuaregs visionarios).