Ya no me refiero a la pedantería de algunos críticos -que estoy acostumbrado- sino a la escabrosa relación entre la trágica muerte de Theo Angelopoulos y la película Drive.
Mientras Drive triunfa en las carteleras de medio mundo, en la cúspide de Cannes y en la mente de espectadores y críticos cinematográficos, Theo Angelopoulos muere atropellado, silenciosamente, por una moto conducida por un policía de paisano (valiente ironía). Mientras jugamos en bailes de disfraces sobre transatlánticos a punto de naufragar, toda una civilización comienza a morir a través del desagüe griego. Angelopoulos ha muerto en una Grecia moribunda, en los albores de la mística del vacío plástico y catódico, de la impersonalidad de la apariencia, intentando filmar la pausa que nos permitiese ver (un acto puro, completamente a contracorriente, como salido de los márgenes de Sacrificio). Mientras la velocidad nos dejó sin conciencia, sin imágenes, sin luz, los cines y las páginas de las revistas cinematográficas se llenan de ruidosos elogios de complicidad con lo moderno, con el presunto mundo de hoy. Ensalzamos la marchita gloria de lo contemporáneo en obras como Drive, como si su cotidianidad le diese legitimidad de representación. Drive no es una película de nuestro tiempo, es una consecuencia de su decadencia. Mientras invocar a realizadores de segunda fila como Wes Craven o Walter Hill está de moda (haciendo acopio de un lugar de presunta valentía e innovación crítica), grandes directores de cine, poetas, mueren y la página de la historia pasa sin recaer en su ausencia, en su vacío. La muerte unifica la pérdida y la ganancia, lo que se fue y lo que queda. Hay un solo vencedor en tiempos de flácida alegoría. El asfalto recibe la sangre de un héroe mientras el presunto caballero de Drive le aplasta con sus cuatro ruedas, eso sí, a toda velocidad. Mientras, el tiempo se escurre entre los dedos de dos manos que intentan tapar nuestros ojos (como en un signo de piedad), porque alzamos nuestras manos para no ver. Este sí, un verdadero gesto contemporáneo.
Me parece indigno que alguien publique esto sinceramente, más allá de la crítica cinematográfica de la película que está en su derecho a disentir.