Originalmente publicado por Twist
No sé cuántas veces ha surgido ya la polémica del doblaje en el foro. Y lo peor es que suele acabar derivando hacia discusiones muy desagradables. No quiero, por tanto, mas que dar alguna opinión, y dejando claro que respeto la libertad de cada cual a disfrutar del cine como mejor le plazca.
La voz de un individuo es personal e intransferible (en eso se basan incluso algunos sistemas de seguridad). La voz de un actor/actriz es una herramienta básica de su trabajo y sigue siendo una característica exclusiva y esencial de esa persona. Las voces pueden ser graves, agudas, cascadas, etc, y podrán ser más agradables a unos oidos o a otros, pero son privativas de cada persona (por ejemplo, José Isbert doblado por José Orjas podría haber tenido un tono de voz más agradable, según opiniones, pero ya no hubiera sido José Isbert).
Cuando hablamos de actores, además de las cualidades de su voz (el timbre, la tesitura, su capacidad de proyección, su modulación, su pronunciación, etc) habrá que tener en cuenta su modo de utilizarla, de interpretar con ella, de darle énfasis a una palabra, de subrayar una frase, de darle intención, de declamar de una determinada manera. Eso también es personal.
Durante la preparación de una película, un actor puede darle cien vueltas a cómo quiere que suene una frase, un monólogo. Y se le darán aún más durante las sesiones de ensayo, atendiendo a las instrucciones del director. El resultado final de todo eso es uno, bueno o malo, opinable, discutible, pero uno: la versión original, la que han elaborado unas personas con sus propias habilidades y criterios, la que han dado por terminada para ofrecerla al público.
A veces, se compara el doblaje con la traducción (que sería otro tema para debatir) pero, en realidad, resulta más apropiada la comparación con otro medio audiovisual: el teatro.
El doblaje vendría a ser como si en una función teatral unos actores gesticulasen en el escenario mientras otros, entre bambalinas, declamasen el texto tratando de adecuarse a los movimientos de los que están ante el público. Digamos, por ejemplo, que aparecen en escena José Sacristán y Hector Alterio pero, tras el decorado, hay otras personas que fingen ser sus voces. ¿Estaremos disfrutando de las interpretaciones de Sacristán y Alterio o de los otros? ¿o quizá de ninguno de ellos? (Y en cine la cosa se complicaría tratando de encajar pausas y movimientos labiales que, a causa de la diferencia de idioma, son naturalmente distintos).
Pero aún hay más. Digamos que en ese teatro hay una compañía fija de personas que ponen sus voces a quien gesticula ante el público, de tal manera que los diferentes actores que aparecen en escena tienen, de forma extraña, exactamente la misma voz, con idéntica modulación y con los mismos recursos interpretativos: da igual que en el escenario esté, por ejemplo, Verónica Forqué o Carmen Machi o Adriana Ozores..., la voz que escuchamos es la de otra persona, siempre la misma; quizá muy agradable y bien modulada, pero la de otra persona, con sus peculiaridades, su cadencia y sus recursos interpretativos.
No creo que sea debatible si un actor con otra voz es mejor o peor, porque un actor con una voz que no es la suya y que depende de un cerebro que no es el suyo ya no es ese actor, de hecho pasa a ser un actor que realmente no existe como tal: un híbrido de dos personas diferentes.
Perdón por el tocho. E insisto en mi respeto hacia la elección de cada cual para oir el cine como más lo pueda disfrutar.