05. Cadenas rotas (Great Expectations, 1946)



Great Expectations es la primera película dirigida por Lean sin la alargada sombra de Noël Coward. Esta vez se substituye al célebre dramaturgo contemporáneo inglés por el no menos famoso novelista decimonónico británico Charles Dickens (al que también recurrirá en su siguiente film, Oliver Twist). “Great Expectations” había aparecido en entregas semanales (cosa habitual en la época) entre 1860 y 1861, con gran éxito (éxito que también cosecharía su adaptación cinematográfica).

Volvemos a encontrar unidos alrededor del proyecto a todos los habituales dramatis personae del inicio de carrera de Lean: se trata de una producción Cineguild, con Ronald Neame como productor; Anthony Havelock-Allan como productor ejecutivo; los tres fundadores de la compañía como guionistas (Lean, Neame y Havelock-Allan), con el añadido de Kay Walsh, esposa de Lean, que fue quien le sugirió la adaptación, participando también en el guion junto a Cecil McGivern. Además, para que todo tuviera aún más un aire de familia, John Mills repetía como protagonista, junto a Valerie Hobson, esposa en aquel entonces de Havelock-Allan. Sólo hubo un nubarrón en tal idílico paisaje: Lean prefirió que estuviera tras la cámara Guy Green (que me apresuro a decir que hizo un trabajo excepcional), lo cual al parecer repercutió en su relación con Neame y, a la larga, en la continuidad de la compañía.

Despista que el título español del film sea Cadenas rotas (título que, si acaso, solo refleja un breve, aunque decisivo, episodio de la vida de Pip), cuando la célebre novela se ha solido traducir al castellano como “Grandes esperanzas” (en catalán “Grans esperances”), aunque en mi opinión sería más acertado titularla “Grandes expectativas”. Porque, básicamente, ese es el tema de la novela (que he leído estos días) y de la película: las expectativas que se le van a generar, a consecuencia de un hecho azaroso, a un joven muchacho huérfano, Philip Pirrip, al que llaman Pip (Tony Wager, de niño; John Mills, de mayor), el cual parecía destinado a trabajar como aprendiz en la herrería de su cuñado Joe Gargery (magnífico Bernard Miles), y a soportar el trato violento y falto de todo cariño de su hermana (Freda Jackson). Estas nuevas expectativas son las que le permiten soñar en un ascenso social, tema recurrente en la obra dickensiana.



La película se inicia, como mandan los cánones de las adaptaciones de las grandes novelas (en esto, el film es de un marcado clasicismo), con una imagen del libro y la lectura en off de las primeras líneas (en la voz de Mills, voz que volverá a sonar en algunos momentos del film, aunque nada que ver con la frecuencia con que aparecía la del personaje de Laura en Brief Encounter). La historia es muy conocida, se ha llevado varias veces al cine y a la televisión, incluso al mundo del cómic o de la novela ilustrada, por lo que no voy a hacer una sinopsis al uso, sino que destacaré los puntos que me parecen más destacados y señalaré alguna diferencias con la novela (que, haberlas, haylas, aunque en general el film es bastante fiel al texto).



En la magnífica secuencia inicial, de gran belleza por ambientación, sonido e iluminación (que parece remitirnos al cine de terror de la Universal de los 30/40, y también a la espléndida Moonfleet de Lang, aunque ésta sea en color), irrumpe el azar en la forma de un preso encadenado, Magwitch (Finlay Currie, casi un trasunto de la criatura encarnada por Karloff en el Frankenstein de Whale), fugado del barco prisión que se encuentra fondeado en las proximidades del cementerio. En el marco del siniestro cementerio, donde descansan los cuerpos de los padres de Pip, el preso amedrenta al muchacho lo suficiente como para que éste robe comida, bebida y una lima de casa de los Gargery. Magwitch se liberará así de las cadenas, pero su libertad va a durar muy poco. A pesar de ello, el gesto de Pip quedará grabado en su corazón hasta el punto de que, con el paso de los años, convertirá al muchacho en su protegido.



De este modo, sin que sospeche el origen de su fortuna, siendo ya un joven de unos 20 años (Mills, que está muy bien, resulta demasiado mayor para el papel, pero ya hemos comprobado varias veces que esto no parecía importarle a Lean a la hora de contar con él en los repartos de sus films), Pip recibirá de manos de un abogado londinense, Mr. Jaggers (Francis L. Sullivan), la buena nueva de ser beneficiario de una sustanciosa renta anual que le permitirá convertirse en un “caballero”, su gran ilusión. Gracias a un “protector” misterioso, Pip espera convertir en realidad sus “grandes expectativas”.



Porque, ¿cuál es el motivo que hace desear a Pip convertirse en un caballero a pesar de su posición social? ¿Es un impulso arribista? En realidad, no, el motivo es más romántico: años atrás, en la misma época de su contacto con el preso, Pip conoció a la bella y cruel Estella (maravillosa Jean Simmons), la hija adoptiva de Miss Havisham (espléndida Martita Hunt, no tan lejos de su papel en The Brides of Dracula).



La vieja Havisham, sepultada en vida en su mansión, vestida con su polvoriento traje de novia, se ha recluido del exterior y ha detenido el tiempo desde el mismo momento en que su novio la dejó plantada en el altar. Envuelta en un universo de sombras, polvo y telarañas, donde los roedores y los insectos se pasean por los restos del banquete nupcial, Miss Havisham ha dedicado su vida a modelar una suerte de Lilith que ha de romper el corazón a los hombres que se enamoren de ella, dando así cumplimiento a su venganza.



Sin duda, todas las secuencias en la mansión de Miss Havisham se cuentan entre lo mejor del film. Es cuando la película de Lean adquiere ese aliento gótico, casi propio de un film de terror, cuando el film se graba de manera permanente en nuestra retina. Eso no quita de que, en general, el guion siga de manera sumamente fiel la novela de Dickens, respetando la cronología, las elipsis temporales y la primera persona en la voz del narrador, aunque como es natural se simplifican algunas situaciones y se eliminan personajes secundarios. Quizá uno de los personajes eliminados que más se notan a faltar es Orlick, la némesis de Pip ya desde su infancia, un tipo rudo y pendenciero al que conoce como ayudante de Joe en la fragua, y que acabará intentando matarlo cuando Pip ya se ha convertido en un caballero de buena posición (o sea, dispone del suficiente dinero como para, al menos, aparentar serlo). A diferencia de lo que se cuenta en la película, también es Orlick el responsable, a la larga, de la muerte de la hermana, malherida debido al ataque violento de éste.

Con todo, quizá el cambio más significativo que lleva a cabo el film sobre la novela es el final. Al parecer ya en su día el propio Dickens modificó un primer final que se consideró demasiado triste y amargo, en el que se patentizaba el amor imposible de Pip para con una Estella que tras enviudar se había vuelto a casar. La versión definitiva de la novela nos habla del reencuentro casual de un Pip adulto con una Estella viuda en la mansión de la fallecida Miss Havisham. Pip ha vuelto a Inglaterra al cabo de unos cuantos años en los que ha estado viviendo y trabajando en Egipto junto a su inseparable amigo Pocket (Alec Guinness en la película),



ya que la detención de Magwitch ha comportado la pérdida de su patrimonio y, en consecuencia, la necesidad de encontrar un medio de subsistencia con el trabajo. Aunque sus expectativas económicas y sociales se han visto frustradas, las amorosas parece que se iluminan tenuemente si hacemos caso a la última frase de la novela [cito la traducción al castellano de Manuel Vallvé]: “Yo le tomé de la mano y salimos de aquel desolado lugar. Y así como las nieblas de la mañana se levantaron, tantos años atrás, cuando salí de la fragua, del mismo modo las nieblas de la tarde se levantaban ahora, y en la dilatada extensión de luz tranquila que me mostraron, ya no vi la sombra de una nueva separación entre Estella y yo”.

En el film, en cambio, Estella ha sido repudiada por su marido cuando este ha sabido de sus orígenes (es la hija de dos condenados a muerte: Magwitch y la sirvienta de Mr. Jaggers), y parece condenada a convertirse en una nueva Miss Havisham. En la misma polvorienta mansión se la encuentra Pip.



Pero la reacción es electrizante (como la de un Van Helsing desencadenado): arranca violentamente los cortinajes y abre de par en par los ventanales, para que entre el aire y la luz diurna en la estancia, rompiendo así el hechizo de Miss Havisham.



Un final digno de una película de vampiros de la Hammer, y sin duda una de las mejores secuencias del film (y me atrevería a decir de la obra de Lean). Quizá lo que viene a continuación, esa huida de la casa Estella y Pip risueños, enfatiza en demasía el “happy end”, carece de la melancolía que se desprende del final de la novela, pero en todo caso no invalida un final que algo tiene de apoteósico.

Junto a los momentos que he destacado (el inicio en el cementerio; las secuencias en casa de Miss Havisham, incluido el espantoso momento en que se incendia su vestido, lo que le ocasionará la muerte), añadiré, sin ánimo de alargarme, la tensión del intento de embarque de Pip y Magwitch en un buque que debería llevarlos al continente, y que se ve frustrado por la aparición de la policía atendiendo la delación de la némesis de Magwitch; y la sobriedad con que Lean cuenta brevemente el juicio final al protector de Pip



y su muerte en la cama después de que reciba de los labios de su protegido la noticia de que su hija vive, que es una dama y que él está enamorado de ella; y, por último, quizá el momento más chocante dentro de la propuesta fílmica de Lean, la secuencia en que un Pip exhausto pierde el conocimiento en medio de la calle, después de la muerte de Magwitch, sumiéndose en la oscuridad total (que Lean enfatiza con un fundido en negro que mantiene la pantalla a oscuras más de lo habitual)

Lógicamente, una novela de más de seiscientas páginas en su traducción al castellano no se puede resumir en un film de dos horas, y aún menos en este breve comentario. En todo caso, se trata sin duda de uno de los mejores films de Lean, no sé si por encima o no de Brief Encounter, aunque casi 80 años después nos puede parecer demasiado “clásico” (lo cual, a veces, no sé si es una ventaja o un inconveniente).

En todo caso, hablando de clasicismo y de adaptaciones literarias de qualité, en la próxima entrega Lean vuelva a Dickens con su magnífica Oliver Twist, que ya tuve ocasión de comentar brevemente con motivo del ciclo Polanski. Intentaré ver estos días la versión musical de Carol Reed, Oliver, que no he visto nunca, aunque reconozco que me da bastante pereza.