Estáis poniendo tan bien La hija de Ryan que ya me está dando apuro haberla puesto a caer de un burro. A Lawrence de Arabia tendré que darle otra oportunidad un año de éstos, pero me da una pereza
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Dr. Zhivago y El puente sobre el río Kwai son películas que me costó llegar a apreciar, sobre todo la segunda. Y es que los personajes que te presentan ahí no son nada simpáticos, desde el testarudo oficial interpretado por Alec Guiness -un ingenuo que se cree todavía que éso de ir a la guerra es una cosa de señoritos- al irresponsable americano de William Holden, que sin embargo es quizá el personaje más cabal y humano de toda la cinta, pasando por el general japonés de Seisuke Hayakawa que bajo su máscara de dureza y fanatismo esconde un carácter débil. Al final, todo se desmorona, tras ese aire de triunfalismo andrajoso, esos militares desfilando orgullosamente en harapos en medio de la selva. La guerra es una sinrazón absoluta, parece decirnos Lean, no puede haber nadie triunfador en ella.
Con Zhivago todo es distinto. Lean nos muestra el mundo a través de los ojos de Zhivago, un hombre poético e individualista atrapado en una época convulsa y materialista donde toda individualidad se desdibuja, y que sin embargo, es capaz de ver la belleza en los sitios más insospechados. Ese mundo tan feo es hermoso visto a través de los ojos de Yuri.
Me sorprende que tan poca gente haya mencionado Cadenas rotas y Breve encuentro. Una sencilla historia de amor, esta última, en el ámbito urbano y banal, nada épico, de una estación de tren, y con unos héroes nada glamourosos, y que en manos de otro director hubiera sido algo de una mediocridad o de una cursilería insoportables, y cómo Lean, sin privarlo de su sencillez, logra hacer de éso algo conmovedor.
Por cierto, que ésta fue la película que popularizó el segundo concierto de piano y orquesta de Sergei Rachmaninov, un compositor algo despreciado por la crítica pero que a mí me encanta. Billy Wilder lo retomaría en La tentación vive arriba, posiblemente no de manera casual.