La gama de colores que percibimos es solo una diminuta fracción del espectro electromagnético. Por ejemplo, no vemos la luz infrarroja (o rayos calóricos), la cual tiene una longitud de onda mayor que la de la luz roja. Pero las serpientes de la familia de los crotálidos, a la que pertenece la serpiente de cascabel, cuentan con dos pequeñas fosetas —entre los ojos y los orificios nasales— que detectan la luz infrarroja.* De ahí que puedan cazar a su presa de sangre caliente en plena noche.
Más allá del color violeta del espectro de luz visible se encuentra la luz ultravioleta. Aunque invisible para el ojo humano, esta clase de luz es perceptible para muchos animales, como las aves y los insectos. Las abejas, por ejemplo, se orientan con el Sol, aun en los días medio nublados en los que está oculto. ¿Cómo? Buscan cielo despejado y observan la trayectoria de los rayos polarizados de luz ultravioleta. Muchas plantas en floración presentan diseños que solo son visibles en la banda de frecuencia de la luz ultravioleta, y algunas flores hasta dirigen a los insectos hacia el néctar mediante un “señalizador”: una zona que refleja menos luz ultravioleta que el resto de la flor. Ciertos frutos y semillas atraen a las aves de forma similar.
Dado que las aves perciben la luz ultravioleta y que esta da a su plumaje un mayor brillo, es probable que a ellas les resulten mucho más vistosos los colores de sus congéneres que a nosotros. Tienen “una agudeza [visual] inimaginable”, dijo un ornitólogo. Se cree que incluso algunos halcones y cernícalos localizan a los ratones de campo gracias a la luz ultravioleta. Según la revista BioScience, “la orina y las heces de los ratones machos contienen químicos que absorben los rayos ultravioletas, y estos animales marcan su rastro con orina”. Así, las rapaces pueden “localizar las zonas con mayor población de ratones” y centrar allí sus esfuerzos.
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