El guión es convencional, tanto como el de un episodio alagado de una serie de TV, que es lo que es esta película pese a que el precioso envoltorio y la entidad del reparto traten de negarlo. Es un episodio en el que la chica desaparece porque en el próximo Crockett estará con otra, éste vuelve al hospital para acompañar a su colega hasta el próximo capítulo y el malo escapa para reaparecer en la siguiente temporada cuando le tengan más ganas.

Ahora, que a Michael Mann se le exija más o que a algunos la chulería de los personajes de los 80 les resulte incompatible o inverosimil con la trama entorno a Gong Li, pues lo entiendo. Pero no me parece que por ello sea menos disfrutable y que el despliegue de dinamismo, magnetismo y fisicidad de las imágenes o de la banda sonora hayan de ser pasados por alto. Es estilo sobre sustancia, sí, ¡pero qué estilo!

Saludos.