Esta práctica de mutilar metraje es tan monstruosa como lo sería recortar una pintura de Goya porque no cabe en el marco.

Aparte de la salvajada cultural que supone, se engaña al comprador ofreciendo una obra, aparentemente íntegra ("ediciones oficiales licenciadas"), a la que la propia editora, conscientemente y sin reparo alguno, habría cercenado un trozo.

Es una barbaridad y un despropósito desde cualquier punto de vista.