Todo un círculo vicioso. Me impacta, sobretodo, el modo que tiene Arthur Schnitzler de retratar al ser humano en esta obra. Reduce al hombre a lo más primitivo e innato: al impulso sexual. El hombre, indiferentemente de la clase social a la que pertenezca, no es otra cosa sino un objeto estrictamente sexual y esclavo de los placeres de este.
Me resulta atractivo el título del libro puesto que induce a pensar antes ni de abrir el libro en “algo que todos tocan y pasa de mano en mano”. Es impactante observar cómo ese algo es el propio cuerpo humano. Éste es tratado como objeto, independientemente de si el sujeto es hombre o mujer. Esa búsqueda de placer e impulso sexual me llevan directamente a Freud y sus teorías sexuales en las cuales expone que el ser humano es sexual por nacimiento. Freud publicó su Interpretación de los sueños en 1900 por lo que podría estar directamente relacionado.
El tratamiento del ser humano como animal me es bastante afable. Desde mi punto de vista, la sociedad, al igual que ocurre hoy en día, es demasiado superficial. Se apuesta más por el schein que por el sein y, como se refleja en la obra, independientemente de lo que aparenten el ser humano se reduce a lo mismo: al instinto sexual. El ser humano es sexual por naturaleza y eso es algo que, aunque va camuflado y es tratado como tema tabú en muchos lugares y tiempos, no deja de ser así. El sexo es algo que no conoce ni clases ni estamentos y, aunque no aparezca en la obra, me atrevería a decir que tampoco conoce una orientación determinada u otra. Considero que son todo convenciones sociales que, de un modo ingenioso, Arthur Schnitzler ha sabido destripar en La ronda.