A veces pienso que somos más papistas que el papa, y que tendemos a rasgarnos las vestiduras porque vemos "atentados" que en realidad no lo son, pues suelen ser concesiones que se aceptan de buen grado.
Quede dicho de antemano que considero que la búsqueda de la fidelidad en soportes domésticos con lo estrenado originalmente es vital, pero no porque sea un talibán de "lo visto en cines va a misa" sino porque entiendo que así se llega a un encuentro más "puro" con las intenciones de un creador... Pero es que hay miles de matices.
Por ejemplo: acercarse a lo estrenado en cines. Vale, muy bien... Pero es que lo estrenado en cines es una de las miles de copias que se hacen de un negativo, ninguna igual a la otra. Los colores, contraste, enfoque, etc. puede variar de una copia para otra además de por otros factores (¿En qué estado se encontraba el proyector de la sala? ¿Y la pantalla? ¿Y las condiciones de luz?) ¿A qué copia de negativo y a qué condiciones de reproducción me ciño para reproducir en ámbitos domésticos? ¿Y cómo determino en un negativo dañado cómo eran sus condiciones de color originales? Pues yo creo, contrariamente a lo que muchos aseveran, que no hay una forma totalmente segura para garantizar una restauración total y absoluta que no se base en interpretaciones. Y lo siento pero, como ilustrador y estudioso del color, he de decir que el recuerdo de los valores cromáticos es una de las impresiones más engañosas, subjetivas y faltas de precisión que existen. Yo he visto en salas películas de restauración controvertida como "Desafío Total" y admito abiertamente que no tengo la más mínima autoridad para manifestarme a favor o en contra de la fidelidad de las ediciones BD existentes. Tengo un recuerdo más vívido de los visionados VHS, pero el formato era un desastre para reproducir determinados colores y, además, lo veía en una televisión de tubo vieja que tendía a emborronar los rojos y que jamás me molesté en calibrar. Así que creo que no tengo parámetros adecuados para imponer mi recuerdo cromático sobre nadie. Me resulta válido aceptar generalmente las restauraciones aprobadas por el director.
Eso nos lleva entonces a las decisiones del director. Pues sí, aquí SÍ creo, al igual que dicta la ley de derechos de la propiedad intelectual, que el autor es el único con derecho a IMPONER (sí, imponer, por poco demagógico que suene) cómo llegará su obra al público, sin tener por qué ofrecer la versión anterior (y ojo, que a veces el autor es el propio estudio). Tenemos el pensamiento erróneo de que una obra de arte pertenece al público, pero NO ES ASÍ. Una obra pertenece a su(s) autor(es), SIEMPRE. El público tiene derecho a preferir una versión previa de una obra a la resultante del cambio de opinión de su autor, faltaría más; pero una obra es, ante todo, representativa del sujeto que la firma. Y si se presta a intereses económicos, caprichos pueriles o tendencias cambiantes, es decisión suya, y su obrará reflejará estas tendencias suyas, no las del pueblo llano. No toda la población puede hacer obras de arte, así que, mucho menos, puede estar en posición de determinar cómo se deben conservar (hasta que pase a ser patrimonio de la humanidad si las condiciones lo permiten, e incluso en ese caso se supone que el respeto al desaparecido autor prevalecerá). Se defiende que cambiar el formato es un atentado contra el patrimonio, pero es justo lo contrario: El atentado es que un colectivo pueda determinar a un individuo cómo debe expresarse u obligarlo a que no pueda cambiar el formato de su obra cuando él quiere hacerlo para vender más (y sé que me van a llover hostias como panes por decirlo), porque el patrimonio no puede estar por encima del autor ya que es el autor el que crea patrimonio. Eso no quita para que un autor pueda estropear a base de bien su obra, pero lo importante de todo esto es que PUEDE HACERLO CON LIBERTAD si le da la gana. Personalmente, como autor, no puedo estar más contento sabiendo que yo podré decidir siempre cómo se deben quedar mis obras; por mucho que le pueda doler a alguien a mí me consuela bastante.
Y vamos a lo del formato: Se dice que el formato se altera para que se puedan llenar las teles de ahora, que valen un huevo o las pantallas de cine de entonces que había que amortizarlas. Por supuesto, no puede darse el caso contrario, en el que el estudio imponga rodar en un constreñido 4:3 para llenar las teles del año 71 y que el paleto medio no se queje de las bandas negras arriba y abajo, ¿verdad? Si atendemos a los estrenos de cine de aquel año, imperaba el panorámico en 1,85:1 o 2,35:1 (Harry el Sucio, Diamantes para la eternidad, Frenesí, La Aventura del Poseidón) y el 4:3 se había prácticamente extinguido. No veo a Spielberg rodando en 4:3 por decisión creativa sino por la propia restricción del medio, y no me cuesta nada imaginarmelo encantado de que su obra se estrenase en cines y recomponiendo encuadres para dotar su película de aspecto más cinematográfico, sin sentir que estaba destruyendo su trabajo o cometiendo un atentado contra el patrimonio de la humanidad.
Os pongo un ejemplo personal: hago carteles de cine por hobby (lo que se llama fanart), porque me apasiona el cine y también esperando algún día llamar la atención de algún editor extranjero que me contrate para hacer portadas o lo que sea. Los hago en formato americano, a 24x36 pulgadas. Pues bien, recientemente una asociación de ámbito español ha visto uno de ellos y parece haberle gustado. Si todo sigue como hasta ahora, parece que formará parte de una serie de carteles que se expondrán en el próximo Salón del Cómic de Barcelona... Eso sí, en 50x70 cm., que es el formato español. ¿Qué ocurre? Pues que he tenido que adaptar mi obra a tal formato no considerado inicialmente. ¿Resultado? He sacrificado parte de mi propia obra en la parte superior. ¿Sabéis qué? Que no me ha dolido nada; lo he hecho encantado. Pienso que sigue siendo mi obra 100% y que es decisión mía haberlo adaptado; sigue quedando fenomenal pese a haber perdido parte del trabajo que destiné y estoy encantado de poder compartirlo con mucha gente... Sólo me quedaba ahora escuchar que no soy fiel con mi propio legado, que no tengo principios, que no tengo derecho a modificar mi trabajo ni a adaptarlo a otro formato, o que estoy obligado a entregar un cartel en formato americano a todo el que compre el español. Me quedaría asombrado y me acordaría de los antepasados de más de uno, eso si no me entra la risa. Por cierto, voy a seguir usando el mismo proceder: Me gusta el formato americano y voy a pensar mis carteles para tal, pero no dudaré en cometer una "horrible y atroz mutilación" si alguien los quiere difundir en 50x70 cm.
En el caso de "El Diablo Sobre Ruedas" me gusta el nuevo Blu Ray. No necesito la versión 4:3 (aunque NO me molestaría si la incluyesen por deseo del director, que sí ha querido incluir dos versiones de "1941" en el lote). La vi en TV, y no creo que volviese a verla. Me gusta más el formato 1:85 porque es mucho más interesante para componer que el 4:3, y si Spielberg no siente la pérdida, yo mucho menos. Todos los planos quedan geniales y no soy un memo conformista, ni un radical defensor de Spielberg, ni un detractor de las "bandas negras" verticales u horizontales ni un fanático de llenar mi FullHD. Sencillamente, me parece una perfecta forma de disfrutar con este clásico validada por quien debe hacerlo.
Lo dicho, nos rasgamos demasiado las vestiduras y queremos ser más papistas que el papa.
Por cierto, si alguien quiere ver mis cartelitos que me mande un privado, que no es cuestión de hacerme propaganda...