avanti barcelona (España)
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Pierre y Marie Curie
26 de agosto de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mervyn LeRoy, responsable de grandes metrajes como Hampa dorada (1931), Niebla en el pasado (1942) o Quo Vadis (1949) entre la numerosa realización que dejó para la cinematografía, supo ver desde sus inicios los diferentes ángulos artísticos y la efectividad creativa del nuevo arte. Iniciado en el cine mudo con diversas responsabilidades le guía hasta convertirse en asistente de cámara, llevándole durante los últimos años del cine mudo, a la dirección en 1927 con No Place to G (La frontera del amor). La sagacidad como productor le facilitó su carrera cinematográfica, destacando en esa faceta por ser el responsable de la producción del clásico El Mago de Oz, entre otras.
Madame Curie (1943) es una magnífica realización de LeRoy, una desgarradora película en la que por encima de cualquier valor material o moral, está el vibrante deseo de evolucionar, de ir más allá, de mirar con la entereza que cada cual posea, hacia delante, hacia lo que entendemos por conocimiento humano, dejando para el cine una de esas realizaciones que levantan el ánimo por medio de la superación personal, emocional y cultural, provocando adicción intelectual, enamorando la fortaleza de una mujer que por encima de todas las cosas tenía innata en su genética el deseo de aprender, de saber de evolucionar.
El film, envuelto con la fuerza del arrebato y la delicada música de Herbert Stothart, nos cuenta la historia de superación por medio de la investigación, de la cultura, de la observación, del razonamiento lógico y de la evolución del entorno que siempre nos acompaña, donde Marie Curie supo entender, superar y convivir con esos principios, en una sociedad claramente patriarcal, marcando hitos históricos tan acertadamente narrados junto a la esplendida fotografía de Joseph Ruttenberg.
La expectación, la curiosidad y el deseo por aprender quedan claramente afirmados por el profesor Jean Perot (Albert Bassermann) y la complicidad del alumnado, entre los cuales Marie Sklodowska (Greer Garson), en un juego de planos sabiamente combinados reforzando así el mensaje del esfuerzo por descubrir, por evolucionar, y lo más importante: por no desfallecer sean cuales sean los obstáculos en el camino, conceptos interiorizados y asumidos por la joven Sklodowska.
Pierre Curie (Walter Pidgeon) es el complemento perfecto que la vida (y la ayuda de algún colega) puso en el camino de nuestra protagonista. LeRoy nos presenta la harmoniosa relación entre Pierre y Marie Curie que tan acertadamente supo ver el profesor Perot a tiempo, junto a otros interesantes personajes de esta narración, entre los cuales el carismático David Le Gros (Robert Walker), el condescendiente Eugene Curie (Henry Travers) padre de Pierre y la no menos amable madre, la señora Eugene Curie (May Whitty). Magnífica película y mejor acercamiento a la vida y la obra de una mujer ejemplar.
El acercamiento del realizador a la vida de esta destacada estudiante, doctora, investigadora y descubridora de trascendentales hallazgos para el mundo de la física, la química y la ciencia en general, supone una emotiva aportación al mundo del conocimiento que tan acertadamente supo llevar a la pantalla Mervyn LeRoy convirtiéndose en un claro paradigma para uso y disfrute de cualquier generación posterior de cineastas que muestren interés por realizar metrajes sobre el siempre cambiante mundo de la ciencia, la evolución y sus protagonistas.