Este era el año de Michael Keaton. Y no porque lo diga yo, sino porque lo ha dicho la Academia: ha ganado BIRDMAN, y BIRDMAN ES KEATON. Un papel cómico brillante, único, la mejor interpretación masculina en muchos muchos años.
No discuto el buen hacer de Redmayne, pero sí me atrevo a decir que está muy sobrevalorado. Y esto me lleva a la cansina manía de Hollywood de premiar las discapacidades por encima, muchas veces, de trabajos más complejos que no necesitan ni maquillaje, ni aspavientos ni tics nerviosos. Creo que no era el año de este chaval, horrendo, por cierto, en otros papeles vistos (recuerdo su espeluznante intervención en la última de los Wachoski). Y sí, con esto meto en el mismo saco a mi adorada Moore: pese a quien le pese, tampoco era su año. Esta mujer me pone mucho más los pelos de punta gritando de dolor en una farmacia abierta las 24 horas que en toda la película de Siempre Alice, en donde no discuto que hace un papel extraordinario (porque ella lo vale, no por la calidad del papel). Pero claro, queremos verla con el Oscar y muchas veces eso nos nubla, incluyéndome a mí, por supuesto. El personaje de Pike o incluso el sorprendente cambio de registro de Witherspoon son mucho más trabajados y complicados, sobre todo el de la protagonista de Perdida.
En fin, reflexiones personales. Ha ganado mi favorita, aunque también considero que el ninguneo a Boyhood ha sido lamentable. Cada día me gustan menos estos premios, lo reconozco...