Te contesto aquí para no llenar este hilo de off-topics.
Y...bueno, por continuar con el tema de este hilo, hoy me ha dado por ver el piloto de la serie original (ese que dura tres horas), y debo confesar que lo he dejado a la mitad. Sinceramente, recordaba mucho mejor esta serie. Los efectos especiales de John Dykstra, algunos elementos del diseño de producción (las naves, los edificios), las escenas de acción (las batallas están especialmente bien hechas)...todo éso está muy bien. Pero en todo momento, tenía la sensación de estar viendo una producción explotativa de Star Wars (hasta Lucasfilm llegó a interponer una demanda por plagio que fue desestimada): la música, muy parecida, los personajes (el chico bueno y responsable, el que es un bala perdida y la chica sensata), los malos (mu malos, y sin que en ningún momento se diga por qué lo son...)...todo éso parecía calcado de Star Wars, pero trufado con ciertas ideas pseudocientíficas -y hasta semirreligiosas, creo que el productor estaba muy implicado por aquel entonces en la iglesia de los Mormones- de esas tan en boga a finales de los setenta y principios de los ochenta (y que también se encuentran en otras producciones de la época como Érase una vez el espacio): que si los atlántidos, que si el continente perdido de Lemuria, que si la humanidad desciende de unos extraterrestres que la civilizaron y que ahora quieren volver, que si los Ummo...que si patatín y que si patatán. Todo ese rollo pseudofilosófico vuelve pesado y aburrido el concepto de la serie, que no acaba de decidirse entre un tono épico (que tiene escenas que lo son, y mucho, como la muerte de Zac) y dramático o ese tonillo tipo Vacaciones en el mar -pero con refugiados y en el espacio- que mencionaba antes. Por otra parte, el hecho de que los malos sean todos roboces simplifica mucho la historia y le quita bastante dimensión dramática: muchos de los conflictos que surgirían si los enemigos fueran humanos aquí han desaparecido de golpe. La primera aparición de los líderes reunidos en asamblea hace pensar en algo así como en una sesión en una mañana dominguera del Club Bildemberg ése, o en una especie de crucero espacial para la tercera edad en el que todos van en albornoz. Tampoco me ayuda el vestuario pseudogriego (pero con un toque disco) de varios de los personajes femeninos, ni el insoportable niño y su siniestro robo-perro (han destruido su hogar y su planeta, probablemente han asesinado a su padre, y él está triste porque le han matado al perro: a mí me regalan un perro así de pequeña y me tiro por la ventana). Si bien algunos elementos del diseño de producción (los cascos que parecen tocados faraónicos, las naves, los edificios en forma de pirámide -estamos en la edad de oro de la pseuciencia egiptizante-, los robots malos...) conservan plena vigencia, hay otros que me hacen pensar en una discoteca de los años setenta (no me cansaré de decirlo: uno de los grandes aciertos de Star Wars fue el mostrar, en plenos años setenta, un Luke Skywalker sin chorreras, patillas o pantalones de campana). Echo en falta más desarrollo en los personajes, tanto en los buenos como en los malos (el Presidente me parece tonto de capirote, sencillamente: aunque, bien mirado, recuerda mucho a algunos políticos de verdad, en ése sentido sí es quizá un personaje acertado, el capitán Adama que es el típico héroe de una pieza que no falla, la rubiales tan ingenua como jamona, el maloso traidor...). Quizá lo vuelva a intentar, pero, no sé, esperaba mucho más de esta serie mítica de los ochenta.
No me matéis, por favor.




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