Iniciado por
MIK
Tras leer el artículo de Schurmann, me asalta una pregunta habitual en estos casos, ¿por que hay tantas grabaciones excelentes de música clásica con un sonido espectacular (incluso del año 1956, en stereo, como tantas grabaciones del sello Mercury Living Presence) y, sin embargo, hay bandas sonoras grabadas en años posteriores con un sonido que queda muy por detrás?
Entiendo que, por entonces, no todos los estudios dedicasen para muchas de sus producciones, con un elevado presupuesto para grabar una banda sonora que, generalmente iba a tener una corta vida discográfica, o que a veces, pese a que se pudiera grabar en buenas condiciones, se haya podido deteriorar (como el caso de The Blue Max, de Jerry Goldsmith), pero aún recuerdo como me quedé cuando escuché la versión extendida de Los Siete Magníficos de Elmer Bernstein, en la edición (con sonido mono) de Varese Sarabande (que, deduzco sería idéntica a la anterior del sello Ryko).
En todo caso, aunque casi siempre prefiera la grabación original (pienso en casos como la edición de Vértigo, de Herrmann, que editó Varese simultáneamente junto a la nueva grabación de McNeely), en casos en que la partitura está incompleta o su grabación es mediocre (como bandas sonoras grabadas en los años 30 o 40, en los que ni los avances tecnológicos actuales, pueden hacer milagros frente a la limitada técnica disponible en los años 30 o 40), se agradece la labor de sellos como Tadlow.