El problema de "lo canónico" en un mito tan fecundo, polivalente y antiguo como el vampiro es que, con tal cantidad de versiones e influencias, algunas de sus características acaban por contradecirse con otras.

El pobre vampiro tiene tantos "puntos flacos" (la luz del día, los crucifijos, las estacas, el espino blanco, la hostia consagrada, las corrientes de agua, el agua bendita...) que es milagroso que sobreviva, incluso como mito.

Como la mayor parte de las aportaciones literarias y cinematográficas al mito han provenido de la cultura occidental, la prevalencia de los símbolos cristianos como medios de ahuyentar el mal han resultado muy beneficiados, por más que su eficacia se cuestione en cuanto se plantea un vampiro "no católico" (Polanski lo apuntaba en "El baile de los vampiros", Matheson en "Soy leyenda"...).

Esa preminencia de elementos cristianos es la que, en sucesivas versiones y revisiones, se ha ido "afinando" para obtener resultados (objetos consagrados, rezos fervorosos, etc).Y tambien dan lugar a contradicciones entre una versión y otra (el vampiro huye de la cruz o la destruye según el caso, muere sin oraciones o no según la ocasión, etc).

Especialmente heterodoxas resultan las adaptaciones del mito a tiempos actuales. Nos encontramos con vampiros que "solucionan" sus problemas con la luz solar con unas gafas (como si lo suyo fuese una ligera alergia fotofóbica) o que se carcajean de los métodos tradicionales con un "eso sólo funciona en las películas antiguas". Bien es verdad que los viejos mitos resultan resbaladizos cuando se trasladan a una realidad donde las armas pueden descuartizar o volatilizar con un solo disparo (si se puede hacer pedazos a un hombre-lobo o volarle la cabeza a Drácula con un tiro, para qué molestarse en atinar con balitas de plata o acarrear con la parafernalia de cruces, estacas y fervores).

Bueno, que me enrrollo, perdón por el off-topic, hubiera estado mejor en cinefilia...