Esto creo que no es estrictamente cierto. Asumir que si tarda 10 años más necesariamente va a haber aún más expectación no responde en absoluto a cómo funciona el mercado. Y más aún en un film individual que hasta ahora ni es saga ni tiene aún un empaque social suficiente. En estos casos siempre hay un punto a partir del cual el interés comienza a decrecer; otra cosa es decidir -o intentar dilucidar- cuándo.
Además, para que la expectación crezca debe haber expectación, y ahora hay fans a la espera, pero no expectación generalizada, ni mucho menos. ¿Qué porcentaje de las personas que vieron Avatar crees que actualmente están expectantes deseando ver la segunda parte? Una cosa es lo que el marketing puede lograr a posteriori, y otra evaluar la expectación a día de hoy.
Estoy muy de acuerdo con tu opinión.
Avatar pertenece a un género de blockbusters hipervitaminados que fácilmente alcanza una taquilla brutal en un contexto cinematográfico, tecnológico y social como el actual. Y, al igual que tú, creo que su continuación será un éxito de taquilla. El quid en este caso es calibrar qué cuantía de ese éxito debe alcanzar para no inclinar la tendencia a la baja, o desde el otro lado, a dónde debe llegar para sostener -o incrementar- su trayectoria en taquilla asegurando el sentido económico financiero de las subsiguientes secuelas.
A favor tiene muchas cosas, entre ellas las que se han nombrado. En contra tiene que hay mucha gente que forma parte de esa taquilla alcanzada y que no salió especialmente satisfecha, cuyo recuerdo del film se debe principalmente al 3D y a la escena de cánticos corales. Y sí, personalmente creo que dilatar en el tiempo el estreno de la segunda parte le perjudica especialmente en un caso cuyo éxito aglutina componentes tales como fans del film y/o de James Cameron, pero también haber servido de presentación general del 3D para las masas, y que es un film que ha perdido presencia en el imaginario colectivo, quizá por vivir en una época de sagas y subsagas, y estrenos hipervitaminados múltiples sin la otrora necesidad de ser James Cameron.
Porque esta ya no es la época de Cameron, sino una época industrial donde cualquier director de mérito vacilante es puesto a los mandos de una saga o blockbuster análogo para que ejecute exactamente lo que le mandan, y sirva de director de orquesta en un film negocio cuya maquinaria está perfectamente planificada y engrasada a todos los niveles. Empezando y acabando en el marketing.
Precisamente, confío en Cameron como director de cine ajeno a esa realidad. Como alguien capaz de hacer cine, y no sólo de empaquetar productos. Lo que no sé es si logrará hacerle frente a la situación y al mercado actual. Si intentará narrar, o unirse a la fiesta. O hasta qué punto ese inmenso ego redimensionado una vez más por la propia taquilla de Avatar no habrá acabado engulléndolo. Porque como film en sí es muy justo. Yo he visto Avatar dos veces, y a la vez que me pareció infantil, también me entretuvo buen parte del metraje. Pero sin más. Que estrenen o no la secuela, hacer una secuela o media docena, no me importa.