Es que el oído humano, si bien es muy, muy fino, también hace cosas muy curiosas, como ecualizar el sonido (sí, sí, se adapta y el cerebro neutraliza efectos como ecos y otras cosas). De hecho, con tonos puros se pueden distinguir diferencias ínfimas en frecuencia y nivel sonoro, pero en cuanto escuchamos una orquesta, ya no es el caso.
Obviamente, los oídos entrenados son capaces de apreciar diferencias más sutiles. Además, cuanto mejor sea el sonido, mejor se oirá..., pero la mayoría conocen sólo lo que tienen en casa, por eso las apreciaciones son muy relativas.