[center:81276b6a53]Política del nacionalismo sobre la lengua[/center:81276b6a53]Iniciado por kaxkamel
Como la lengua es para los nacionalistas el hecho diferencial esencial, la política lingüística del gobierno vasco lleva dos décadas imponiendo el uso del eusquera más allá de la lógica, incluso en zonas donde jamás se habló. Por ejemplo, en Álava, donde los hablantes de vascuence son una pequeña minoría (menos del 4%). Pero ello no impide que la administración nacionalista imponga en dicha provincia a los niños y a los ciudadanos en general un idioma que no es el que allí hablan. Y en Navarra, igual. En dicha provincia los nacionalistas se congregan una vez al año en una localidad para celebrar una fiesta y recaudar fondos para una ikastola. En octubre de 2002, por ejemplo, la localidad elegida fue Fontellas, a orillas del Ebro, a 90 km de Pamplona y 35 de Zaragoza. En Fontellas, como en toda la Ribera de Navarra, jamás se habló vascuence. Hasta que llegaron los nacionalistas. ¿Dónde está aquí la razonabilidad? ¿A qué necesidad, a qué criterio de utilidad o de justicia responde el exportar una lengua a donde nunca se habló? ¿Qué derecho tiene una lengua a ser impuesta a personas que sólo han hablado español toda la vida?
Esta imposición lingüística es uno de los pilares fundamentales de la creación de una identidad nacional vasca. Mediante la imposición antinatural de una lengua ajena a la población – exactamente lo mismo que ellos han acusado en sentido contrario – pretenden conseguir que las próximas generaciones no alberguen ninguna duda de que se trata de vascos euskaldunes de pura cepa, como lo demuestran los rótulos de las calles y la lengua utilizada a la fuerza en la escuela y las administraciones públicas. La amnesia provocada por el olvido y por la manipulación de la historia hará el resto.
Cuando nace la Comunidad Autónoma Vasca con la aprobación del Estatuto de Guernica, y comienza a ser gobernada por los sucesivos gobiernos nacionalistas que han diseñado la estrategia de inmersión lingüística, el porcentaje de hablantes de las dos lenguas era el siguiente (censo de 1981):
- En Álava, el porcentaje de ciudadadnos vascófonos era del 3,92%, conociéndolo con dificultad otro 7,88. Los no-vascófonos representaban el 88,20.
En Vizcaya, los vascófonos ascendían a un 14,91%, con dificultad otro 10,87, y no vascófonos el 74,22.
En cuanto a Guipúzcoa, la provincia más vascófona, los hablantes ascendían al 39,47%, conociéndolo mal otro 14,98. Los no vascófonos en absoluto ascendían a un 45,56%.
En total, por lo tanto, un 21,57% de los vascos eran vascófonos (bilingües, naturalmente), un 11,85 lo hablaban con dificultad, y un 66,59 no lo hablaba en absoluto.
A estos datos hay que añadir la distribución por tamaño de las poblaciones, pues varía notablemente. En los diez municipios vascos de mayor población hablaban eusquera el 8,75%, ascendiendo a un 23,77% en los municipios con más de 20.000 habitantes, y a un 45,53 en los municipios con menos de esa cantidad.
Cinco años después, en 1986, tras el desarrollo experimentado por la enseñanza del eusquera debido al impulso dado por el gobierno peneuvista, se recogía un aumento del 3% en la población vascófona.
Por su parte, en Navarra se estima en un 9% el porcentaje de vascófonos.
En resumen, de los 2.300.000 habitantes del País Vasco y Navarra, hablan vascuence alrededor de 500.000. De esta población vascófona, aproximadamente un tercio lo usa más que el español al hablar. Los exclusivamente vascófonos, es decir, los que desconocen el castellano, ascienden al 0,5 de la población.
Hoy habría que corregir estos datos, pues, naturalmente, el número de conocedores del vascuence ha aumentado debido a los varios lustros de euskaldunización obligatoria llevada a cabo por los gobiernos peneuvistas. Sin embargo, el uso del vascuence sigue siendo muy minoritario, como se lamentan los propios nacionalistas, que dan actualmente la cifra de alrededor de un 25% de conocedores y un 10% de utilizadores.
“Adiós, España”, Verdad y mentira de los nacionalismos, Jesús Laínz, 2004, Ediciones Encuentro, pp. 411-412