Lo voy a decir de forma más clara para que no se me malinterprete: los técnicos españoles tienen, sin duda, un nivel comparable al de los países más punteros en este tipo de producciones (y de hecho muchas veces han sido ellos los que han fortalecido películas históricas rodadas en nuestro país), pero para eso hay que darles una parte suficiente del presupuesto a ellos. Si para que una batalla resulte creíble se necesita un determinado número de extras o un barco que flote pues habrá que hacerlo así, en vez de intentar disimular estas carencias con planos cortos montados mu rápido o rodando de noche o con mucha niebla para que no se vea un pijo.

El fallo aquí no es del nivel de los profesionales españoles (los técnicos, se entiende) sino del guionista y del productor, que decidieron que esto no tenía que ser una película de capa y espada y se embarcaron en un film histórico con profundo mensaje sociopolítico... para demostrar que lo podían hacer igual de bien que nuestros vecinos (lo que a todas luces no han conseguido, pues la película no llega a eso ni de lejos).
¡Y encima nos hemos quedado sin lo que podía haber sido, por ese camino sí, una muy entretenida película de aventuras! (en otras manos).