Por otra parte, no sé a santo de qué ha venido ese razonamiento ni por qué has traído a colación ese ejemplo

. La música de Beethoven y el teatro de Calderón existirán siempre que quede alguien para interpretarlos y oirlos. Y esa interpretación -y ése espectador- es lo que los hace vivir. Lo que está haciendo Disney me parece más parecido a una fábrica que se dedica a producir, no sé, coches o lavadoras en serie. Cambiando el modelo, añadiendo alguna prestación más... pero repitiendo el mismo patrón básico. Para que el usuario simplemente los consuma, se olvide de ellos en diez minutos y vuelva por otro cuando el primero se haya roto (la película de 1992 no está rota; la gente no se ha olvidado de ella y sigue funcionando: me pregunto con cuántos de estos remakes pasará lo mismo en diez años).
El ladrón de Bagdad (1940) no era ninguna adaptación de Aladino ni de ningún cuento concreto de Las mil y una noches. Picoteaba aquí y allí, tomaba personajes, situaciones... Y también se inspiraba en la cinta homónima de 1924, pero no era en absoluto una copia con color y sonido de la misma (simplemente repite la misma línea argumental básica, pero cambiando bastantes situaciones y metiendo personajes nuevos).
En cambio, el Aladdin de Disney toma bastantes (pero que bastantes) personajes y situaciones de la cinta de Powell y Berger y los inserta en una versión simplificada del cuento de Aladino de Las mil y una noches (la historia pasaba en China, la madre de Aladino tiene un papel destacado, el mago maléfico ni era consejero del sultán ni aparece caracterizado con nombre y apellidos, no había límites a los deseos que Aladino podía pedir al Genio, la Princesa no se escapa del palacio, Aladino no tenía mejor amigo...).
Con esto, no estoy diciendo que no me guste Aladdin, pero al César lo que es del César.