Ha pasado ya un año desde que Netflix nos ofreciese el ultimo trabajo de Ricky Gervais. El propio cómico británico hizo publicidad de su serie en la ultima gala de los globos de oro, donde volvió a ser la nota discordante. Yo he aprovechado estos días de cuarentena para por fin echarle un vistazo.
El resultado es que me ha dejado un tanto frío. Tiene buenos momentos, escenas realmente desternillantes (las que tienen lugar en la residencia de ancianos donde se encuentra su padre), pero tengo la sensación que ya lo he visto con anterioridad. El propio Gervais tiene trabajos mejor hilados y, sobretodo, más ingeniosos y punzantes en su desarrollo. Aquí ha querido realizar una mezcla entre sus comedias desenfrenadas para TV y sus películas de Hollywood (más blancas y, en líneas generales, más bisoñas). El resultado es una serie irregular que, en muchos momentos, da la sensación que no sabe que camino tomar.
Está bien para pasar un rato agradable, pero se ve y casi se olvida con la misma facilidad.